LA MANIPULACIÓN DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN,
REQUISITO INDISPENSABLE PARA CUALQUIER DICTADOR
Las dos características sobresalientes de las repúblicas democráticas modernas son, además de la soberanía popular, la división de poderes y la libertad de expresión.
Es por eso que los gobiernos dictatoriales o despóticos se encargan en primer lugar de asimilar o anular a los otros dos poderes del Estado (legislativo y judicial) y, en un segundo paso, a eliminar el disenso a través de la compra, la censura o la clausura de los medios de comunicación o los periodistas que les son adversos.
En Occidente, la dictadura más longeva y cercana a la Argentina es la de los hermanos Castro que, desde hace más de medio siglo, se viene ocupando de eliminar, mediante la violencia y las armas, no solamente a los partidos políticos, al congreso y a la justicia, sino a toda voz opositora en los medios de comunicación, sobreviviendo únicamente aquellos medios que son funcionales a los déspotas, como por ejemplo el diario Granma en sus dos versiones: papel y digital.
El segundo lugar entre las más sobresalientes dictaduras de América lo ocupa sin duda la república bolivariana de Venezuela, donde Hugo Chávez ha cumplido diez años en el poder y pretende, violando, modificando o simplemente confeccionando leyes a medida, perpetuarse indefinidamente como titular de la primera magistratura del país.
Estas condiciones dictatoriales se verifican en aquellos países institucionalmente débiles, en los que además se agregan otros factores íntimamente ligados, como los económicos o socio-culturales, en particular la pobreza y el analfabetismo. Conjuntamente, las democracias endebles en Latinoamérica sufren con cierta frecuencia los embates de sus gobernantes que se imponen con holgura a los esfuerzos de la escasa ciudadanía con poder de decisión en el congreso y en los medios masivos.
En Argentina, a pesar de haber superado el cuarto de siglo de vida democrática desde el último gobierno militar, la sociedad no parece haber madurado lo suficiente como para rechazar los intentos dictatoriales de los gobernantes de turno. Desde hace seis años, cuando comenzó el kirchnerato, tanto los poderes del Estado como los medios de comunicación han sido manejados inescrupulosamente por el matrimonio en el poder.
La grosera manipulación del Congreso quedó en evidencia el año pasado cuando, en la embestida contra el campo, la pareja presidencial no escatimó en medios para comprar voluntades a fin de concretar un capricho. Lo mismo sucede, en forma preocupante, en el ámbito de la justicia, donde los mismos jueces se abstienen de involucrarse en causas que puedan dejarlos mal parados con los Kirchner.
Igualmente escandalosa es la forma en que el ex presidente, que gobierna desde Olivos, y su mujer, que alterna entre la Rosada y la residencia presidencial, se manejan con los medios de comunicación del país. Ambos coinciden en no dejar resquicios de poder en manos de sus adversarios.
Veamos cuatro formas de manipulación de la libertad de expresión -garantizada a todos los ciudadanos argentinos por la Constitución Nacional- que se verifican en este momento: el manejo de los medios de comunicación del Estado, la compra de medios o adjudicación de frecuencias radiales y televisivas a amigos o testaferros, la censura o la eliminación del pensamiento hostil (clausura de radios o canales de TV o despido de periodistas) y el amedrentamiento a medios y periodistas con el fin de someterlos a la voluntad del dictador, so pena de ser pasibles de un castigo (demandas diversas).
En el caso de Canal 7, el canal del Estado, la intromisión de la ideología kirchnerista no es solamente evidente sino repugnante. Desde los escuálidos noticieros al resto de la programación, la propaganda política es redundante y hasta obsesiva. La madre putativa de Néstor, Hebe de Bonafini, se mueve con holgura ante las cámaras del canal que pagan todos los argentinos, desplegando una diatriba envenenada que avergonzaría hasta al comunista más recalcitrante. Lo grave del asunto es que se trata de un ente del Estado, no del gobierno o de la administración de turno, y por lo tanto se solventa con los dineros públicos, aun con el de los ciudadanos que nada quieren saber con la ideología resentida de los Kirchner. Es por eso que este medio de comunicación, que ha perdido su razón de ser, debería ser inmediatamente eliminado, a fin de aliviar a la ciudadanía de su sostenimiento.
A esta panfleto del éter se suma, campaña política en prospectiva, la compra de medios de comunicación por parte del matrimonio K y sus testaferros (por ejemplo, el sindicato de porteros de edificios) y la consecuente selección de quienes en ellos trabajan. Éste es el caso de Nelson Castro, que acaba de ser declarado prescindente en Radio del Plata, comprada por el dúo en el poder, y de algunos otros prestigiosos periodistas argentinos, como Pepe Eliaschev, que fuera despedido hace unos años de Radio Nacional.
Otra forma de manipulación se verifica en los aprietes a medios y periodistas “díscolos”, a fin de someterlos a la voluntad del déspota. En este caso, desde organismos oficiales, ciertos funcionarios se dedican a amedrentar mediante amenazas de supuestas denuncias por “desacato” a la investidura presidencial (una figura jurídica que ha caducado hace más de 15 años) o injurias a la primera magistrada.
Esto es lo que se conoce hasta ahora en la superficie, aunque la gravedad del problema radica en la intención de quienes manejan los hilos del poder y su escasa capacidad para entender que mientras más presión se ejerce sobre algo, mayor será la reacción, y que la misma puede tener consecuencias nefastas para sus protagonistas, cuyas pretensiones de dominación social superan todo lo conocido, ya que el año electoral se vislumbra muy difícil en el horizonte.
Raquel E. Consigli
Horacio Martínez Paz