27 mar 2013

2 de abril DÍA DE LA SOBERANÍA




SOBERANÍA

A raíz de los diversos pedidos de informe sobre el rompehielos Almirante Irízar, el buque que abastecía las bases antárticas argentinas y que se encuentra fuera de servicio desde 2007, es hora de que nos preguntemos qué entiende la administración K por el término “soberanía”.

Para la presidenta y su entorno, la soberanía nacional parece reducirse a despotricar contra el Reino Unido por la usurpación de las islas Malvinas, instruir a la embajadora a dedo Alicia Castro sobre cómo atacar al primer ministro inglés y solicitar al Papa argentino que interceda en Naciones Unidas por este tema.

La pobreza del concepto soberanía para esta administración, que intenta reducirlo al tema Malvinas, demuestra, además, cierta perversidad. Intentar defender la soberanía nacional a través de un tema específico, pone en evidencia la estrechez de miras de quienes manejan los destinos de la Nación.

En el Derecho Internacional, soberanía se define como el poder sobre el que no hay otro poder. Parece una idea difícil de entender, pero si se analiza en profundidad y serenamente, se puede decir que un país es soberano cuando se respeta a sí mismo. Eso implica el respeto incondicional a sus instituciones republicanas y democráticas: su moneda, su bandera, su escuela, sus fuerzas armadas, su iglesia, en una palabra, su esencia.

Pretender que las naciones del mundo nos respeten en este momento histórico por el que atraviesa el país es poco menos que una utopía. Argentina ha destruido su moneda, sus fuerzas armadas, su educación y sus creencias.

Su bandera no tiene identidad propia, ya que ha sido reemplazada desde la administración nacional por trapos con variopintos colores y leyendas que campean en los diversos actos oficiales. La moneda es objeto de burla hasta en los países vecinos, debido al estrepitoso fracaso de la política económica orquestada por funcionarios incompetentes y mediocres.

En el tema educativo se han reemplazado los próceres nacionales por nuevos ídolos: en primer lugar “Él”, el fallecido ex presidente Néstor Kirchner, pero también figuras foráneas como el venezolano Chávez o el cubano Castro, que nada tienen que hacer en nuestra historia pasada o presente.

El caso de las fuerzas armadas es tan especial como el de la iglesia. La administración kirchnerista, en un llamativo acto de venganza por la guerra civil de los años 70, se ha ocupado personalmente de desmantelarlas para que no quede duda que son el enemigo declarado, sin importar el pensamiento de las nuevas generaciones.

Lo mismo ocurre en el ámbito de la iglesia. En sus 10 años en el poder, el matrimonio K primero y "Ella" ahora, no han perdido ninguna ocasión de demostrar su desprecio por la religión oficial del estado, que el mismo gobierno se obliga a sostener a través del artículo 2º de la Constitución Nacional.

Mientras la prédica del gobierno sobre la soberanía esté disociada de sus actos dentro y fuera del país, es decir, mientras la primera mandataria evidencie una especie de “política mercenaria” con lo propio, sólo conseguirá como respuesta la risa y el desprecio de sus compatriotas y del concierto de las naciones.

Para ganar el respeto de los demás, es preciso respetarse a sí mismo, tener dignidad, honor, y convicciones.


© Raquel E. Consigli y Horacio Martínez Paz