7 abr 2009

EN EL PAÍS DE ESPAÑA

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FALTA EL PRIMER CABALLERO
04/04/2009

En la foto de familia de la Cumbre llamada del G-20, reunida en Londres, aparecen 27 caballeros y tres damas: la reina Isabel II, la presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, y la canciller alemana, Angela Merkel.

En otra foto muy difundida aparecen 13 señoras, presentadas como las primeras damas de sus respectivos países, visitando la Royal Opera House de la capital británica. Los que no aparecen por parte alguna son los consortes hombres de las gobernantes mujeres.

Es costumbre americana, tanto del norte como del sur del continente, que las esposas de los presidentes acompañen a sus maridos cuando viajan al extranjero. Esa costumbre se está extendiendo a otros países y continentes, pero ello ocurre cuando ya no es infrecuente que en lugar de presidente o primer ministro haya presidenta o primera ministra (¿o cancillera?), lo que plantea problemas de denominación.

A veces la cosa se complica, como en el caso argentino, porque la señora presidenta fue antes esposa del presidente Néstor Kirchner. ¿Habría que seguir llamándole presidente, o ex presidente o presidente consorte? ¿O, en estricta simetría, primer caballero? Hillary Clinton estuvo cerca de convertirse en inquilina titular de la Casa Blanca tras haberlo sido a título de pareja de Bill, pero se ha quedado en secretaria de Estado, lo que simplifica las cosas. En España hasta fecha reciente se denominaba alcaldesa a la mujer del alcalde, pero ahora ésa se considera segunda acepción, tras la de mujer que ejerce la alcaldía.

La Constitución Española mantiene cierta discriminación léxica cuando, en su artículo 58, establece que "la reina consorte o el consorte de la reina no podrán asumir funciones constitucionales (...)"; no dice el rey consorte, que sería el equivalente de reina consorte, sino el consorte de la reina, que parece un grado menor.

El G-20 ha dado ocasión para otros entretenimientos: monárquicos hispanos más papistas que el obispo de Roma han criticado a Michelle Obama por haber osado tocar a la reina: le pasó la mano por la espalda, al mismo tiempo que Isabel II rodeaba con la suya la cintura de la primera dama de Washington.