Otro regreso sin gloria
La presidente de los argentinos regresó de su innecesario, inoportuno y exageradamente oneroso viaje a Roma con las manos más que vacías. Avión Airbus alquilado y una comitiva que superaba ampliamente a la de los líderes de las potencias mundiales. Hay que hacer notar que Argentina ya no es "la cola del mundo". Ahora tiene una presidentA que se destaca, aunque no precisamente por su capacidad de liderazgo o sus dotes de estadista.
Tenía tres objetivos: fotografiarse con el Papa, fotografiarse con Berlusconi, fotografiarse con ciertos líderes mundiales. Y para eso tenía previstas las correspondientes reuniones en el Vaticano, en el Quirinale y en la FAO. Todo esto mientras Argentina se incendiaba con diversas protestas: la del agro, la de los petroleros en el sur, la de los camioneros cortando rutas. Todo esto mientras el país sufría el agobio de la inflación y el castigo del desabastecimiento. Todo esto mientras la desnutrición amenaza en ciertos bolsones de pobreza provinciales y en el que los productores rurales no tuvieron más remedio que tirar 300.000 litros de leche porque se podría en las rutas cortadas.
Cristina fue a meterse en la boca del lobo. Fue a hablar del hambre -de otros- cuando en su propio país hay hambre y desnutrición. Rosa Molina, la chaqueña de la etnia toba que tenía la misma edad de la presidenta pero pesaba solamente 24 kilos, murió el mes pasado por desnutrición. En el país de la presidenta. En el granero del mundo. En el país de los piquetes "de la abundancia".
En el Vaticano obtuvo algunos considerados minutos del segundo del Papa, el Cardenal Tarcisio Bertone, ante quien intentó reflotar la candidatura del divorciado Iribarne para ocupar la representación ante la Santa Sede. Recibió un NO rotundo.
En la FAO fue elípticamente vapuleada. Hasta sus supuestos aliados le hicieron una reflexión clara como el agua. Los grandes países exportadores de alimentos subsidian a los productores. Ella no sólo no subsidia, sino que les impone retenciones confiscatorias.
En la cena de despedida, Berlusconi la recibió como a una del montón. Increíblemente, nadie la aduló, nadie le prodigó ningún mimo especial, ni se asombró por su "belleza natural" o sus afeites del momento.
Su lucimiento (para el público local) llegó al final con un histriónico y lacrimógeno discurso sobre los derechos humanos. Los de los terroristas de antaño, por cierto. Su consabido caballito de batalla y en el escenario montado ad hoc en la embajada argentina. Nada nuevo bajo el sol.
Tal vez para consolarse de tamaños desplantes se fue de compras con una "amiga" romana por la espléndida via Margutta. En la joyería Bvlgari, una de las más famosas del mundo, adquirió unos exquisitos pendientes por apenas 50 mil euros. Una ganga. Acto seguido, ingresó a una casa de blanquería y se deslumbró con los manteles y un juego de sábanas para su cama de Olivos. Las sábanas fueron otra ganga: solamente mil euros. No hay nada como salir de shopping para levantarse el humor. La reina K se calmó por un rato.
Para el regreso otra escena para que el mundo notara su presencia: dejó varados en Roma a cientos de pasajeros de un vuelo de Aerolíneas. La señora presidenta necesitaba el avión para retornar a casa lo más pronto posible. Los deberes de estado la urgían a volver inmediatamente. Había caído en la cuenta que tal vez sus súbditos estaban notando su ausencia y empezaban a alegrarse...