LA NACIÓN - 20/11/2009
Editorial I
LA ARGENTINA, ENTRE LOS MÁS CORRUPTOS
La impunidad es una de las causas de que nuestro país ocupe uno de los peores sitios en el ranking mundial de corrupción
Como en años anteriores, la Argentina ha vuelto a ocupar uno de los últimos lugares en el ranking mundial de la corrupción que elabora Transparencia Internacional con la colaboración, en el caso argentino, de la Fundación Poder Ciudadano.
La pésima calificación obtenida seguramente sorprenda a pocos en un país donde los escándalos se suceden sin pausa: los sobreprecios y las coimas en la ampliación de los gasoductos del caso Skanska; el jet privado atribuido a Ricardo Jaime; los millones de dólares que el venezolano Antonini Wilson trajo desde Caracas en compañía del kirchnerista Claudio Uberti; los medicamentos adulterados; las declaraciones juradas de bienes de los Kirchner que no explican su impresionante crecimiento patrimonial, y la lista podría seguir.
En efecto, el Indice de Percepción de la Corrupción elaborado por Transparencia Internacional ubica a la Argentina en 2008, y por quinto año consecutivo, en el peor grupo de América latina. Nuestro país obtuvo 2,9 puntos sobre 10, lo que "demuestra un serio problema de corrupción", dice el informe, y agrega que, sobre un total de 180 países evaluados, nos corresponde el 106° puesto.
Esa ubicación la compartimos con Benin, Gabón, Gambia y Níger. "La Argentina se mantiene firme en el aplazo", se lamentó la presidenta de Poder Ciudadano, Delia Ferreira Rubio, quien atribuyó la magra ubicación a muchas causas, como la discrecionalidad en el manejo de los recursos públicos, la concentración de poder en el Ejecutivo, la permanencia de los superpoderes en manos del jefe de Gabinete, así como la manipulación de las cifras del Indec y la política de restringir el acceso a la información pública.
En el índice, Canadá figura con la imagen más limpia y se ubica entre los 10 mejores países a nivel global, y luego se destacan Estados Unidos (19°), Chile y Uruguay (ambos en el 25°), Cuba (61°) y Brasil, Colombia y Perú (los tres en el puesto 75°).
Como dijimos, estos índices de Transparencia Internacional no miden la corrupción en sí, pues es algo muy difícil de cuantificar debido a que muchos delitos jamás trascienden por no ser denunciados. Lo que miden es la percepción que existe en los países respecto de la corrupción en el ámbito público.
Y tienen consecuencias prácticas, porque este tipo de informes son utilizados por gobiernos extranjeros, organismos de crédito internacional y empresas cuando llega el momento de otorgar créditos o decidir dónde realizar inversiones.
Por desgracia, pero no por casualidad, la corrupción se ha enquistado en la Argentina, y quizá la causa haya que buscarla en la casi nula efectividad de la Justicia para investigarla y sancionarla.
Es en la impunidad donde radica su triunfo. Es la impunidad la que retroalimenta el fenómeno de la corrupción. Son pocos los casos que se denuncian y, de éstos, muchos menos los que llegan a juicio y a una sentencia. El Centro de Investigación y Prevención de la Criminalidad Económica (Cipce) ha revelado que las 750 causas por corrupción de los últimos 25 años se prolongan durante un promedio de 14 años. En muchos casos, los expedientes prescriben por el camino e incluso hay varios casos de ex funcionarios procesados que fallecen mientras se sustancia la investigación.
De esta manera, los corruptos saben que corren pocos riesgos de ser descubiertos y, si eso ocurre, menos riesgo corren de ser sancionados.
Aunque la tarea para revertir esta dolorosa realidad parezca ímproba, urge iniciarla cuanto antes, y es preciso comenzar en la Justicia, dotándola de los medios y el personal adecuados y divulgando la lista de jueces que demoran los expedientes sobre corrupción, para luego proceder, si cabe, a su sanción.