Todos los números del presidente
Que al presidente no le cierran los números no es ninguna novedad. Desde que se supo que había colocado los millones de las regalías petroleras de Santa Cruz en una cuenta de un banco extranjero, jamás se pudo averiguar exactamente de cuántos cientos de millones se trata. Tampoco consiguió llevarse bien con las cifras del Indec, de modo que no le quedó otra alternativa que dibujar los números que lo favorecen, a fin de no exacerbar a una ciudadanía cansada de la inseguridad, la manipulación de la prensa y los ataques a las instituciones.
Sin embargo, no se puede negar que el señor Kirchner, permanentemente aplazado en matemáticas, es perseverante. A pesar de las derrotas sufridas el domingo pasado en las urnas ha resuelto subir la apuesta y, empeñado en no dejarse vencer por algún grupito de ciudadanos “desmemoriados”, se ha lanzado de lleno a participar personalmente en cuanta contienda electoral esté en juego, respaldando al títere K “ad hoc”. En la ciudad autónoma de Buenos Aires y en Neuquén perdió por goleada. Ese mismo día también había elecciones en algunos puntos de la geografía provincial cordobesa. Se elegían varios intendentes en municipios y comunas de pequeña o mediana identidad, en todos los cuales participaba un candidato “transversal K”. Los “hombres del presidente” perdieron en todas las localidades, salvo una, Punta del Agua, en la que el representante K se impuso por una mínima diferencia: 20 votos, algo que los diarios nacionales ni siquiera reflejaron.
Consciente del peligro -con las posibles nefastas consecuencias- que implica ser derrotado también en la segunda vuelta porteña, ha resuelto intervenir con el poder de la maquinaria oficial en esta elección y en cualquier otra, haciendo lo que nunca debe hacer un presidente de la Nación: “nacionalizar” los comicios encabezando la campaña a favor de su marioneta. En el caso de la Capital Federal no lo hará resaltando las cualidades de su delfín, sino denostando malignamente al adversario, probablemente convencido de que ensuciar al rival resultará beneficioso para él.
Según la ley, debe haber segunda vuelta, pero la ética política, que ni siquiera lo ha salpicado, indica que cuando al candidato ganador le faltan escasos puntos para alzarse con la elección en la primera vuelta, mientras que la diferencia con el segundo es abismal, se debe abstener del ballottage.
El mismo Kirchner celebró en carne propia cuando en el 2003 Menem se bajó de la segunda vuelta, permitiéndole a él alcanzar la presidencia de la Nación con el mismo caudal de votos (la mayoría “prestados” por Duhalde) que distancia a Macri de Filmus: 22%. Es probable que el señor presidente deba tomar algunas clases de matemática elemental, porque después de cuatro años en el sillón de Rivadavia, no solamente parece ignorar que su período de gobierno ya expiró, sino que tampoco acusa recibo de que los números, definitivamente, no le cierran.
Raquel Eugenia Consigli
Horacio Martínez Paz