27 may 2011

UNA NUEVA Y GLORIOSA NACIÓN

UNA NUEVA Y GLORIOSA NACIÓN

No nos habíamos dado cuenta. La Primera Junta, la Declaración de la Independencia, San Martín, Belgrano, Yrigoyen, Perón, la dictadura militar, no existieron. Para qué nos habremos pelado las pestañas estudiando historia, si todos estos hechos fueron una fantasía, un espejismo, una ilusión.

La patria nació el 25 de Mayo... de 2003. Antes de que "Él" asumiera la presidencia, la nada. Argentina era tierra yerma.

Alguien de nuestro entorno nos señala que estamos equivocados, que la presidente viajó expresamente a Resistencia a festejar el 201º aniversario del primer gobierno patrio. Repasamos entonces muy cuidadosamente su discurso un par de veces más, pero no. No encontramos ninguna referencia a un hecho anterior a 2003, tampoco a 1810, que sería la fecha correspondiente si éste era el aniversario 201.  

Como los canales de televisión siguen reponiendo imágenes del acto, pudimos apreciar como una multitud “espontánea” la aplaudía a rabiar, blandiendo carteles en los que se leía “Cristina 2011”, mientras ella ratificaba, enfundada en su ridículo luto y con sus elipsis características, que será candidata. Entonces pensamos que habrá que creer nomás.

Hasta aquí el tema tomado para la risa, por no llorar. La gravedad del asunto no permite concesiones, ya que se trata de algo inédito en la política argentina. Los K han secuestrado para sí mismos una celebración que nos pertenece a la totalidad de los argentinos y que aquí reclamamos: 25 de mayo para todos y para todas, porque los revolucionarios de entonces no pensaron en sí mismos. Fogonearon una revolución en nombre de todos los habitantes de este suelo, para liberarnos del yugo español.

Comentario aparte merecen las palabras del obispo de Resistencia, monseñor Fabriciano Sigampa, que en el tedeum no dejó de adular a la señora, agradeciendo con inusitada obsecuencia en nombre de los locales, “chaqueñitos y chaqueñitas”, todo lo que les ha dado la gran benefactora, en especial la asignación universal por hijo, que los sigue condenando a la esclavitud de la pobreza, el asistencialismo y el clientelismo. No sabemos si los tobas o los wichis se enteraron de la presencia de la presidenta, de las palabras del obispo y de las dádivas que les estaban destinadas. 

Suponemos que los Qom, cruzando el Bermejo, experimentaron una situación similar. Lamentablemente Rosa Molina, chaqueña que vivió en la periferia de Resistencia y murió por un agudo cuadro de desnutrición en septiembre de 2007, no se enteró que vivía en esta jovencísima Argentina que era el paraíso terrenal, y que Néstor y Cristina ya estaban perpetrando la continuidad sine die del modelo. Doña Rosa Molina, nuestra compatriota que tenía la misma edad que la presidente, murió pesando 24 kgs. Murió de hambre.

En cambio, en Buenos Aires, las palabras del cardenal Jorge Bergoglio se destacaron, como siempre, por su dureza hacia los políticos. Tal vez por ello el gabinete nacional, también como siempre, lo evita.

Ni hablar de la claque ubicada en el palco oficial de la capital chaqueña. Muchos gobernadores además del anfitrión. Y en primera fila, por cierto, el que ocupa la más alta magistratura de la mayor provincia argentina. Nos preguntamos entonces si esos gobernadores no tenían que estar presidiendo los tedeums en sus respectivas provincias. Será que Dios no es federal.

Lo cierto es que en todo el ámbito nacional el 25 de mayo pasó desapercibido como fecha patria. Pocas casas embanderadas, poca referencia a la Patria, poco sentimiento de argentinidad. Sólo festejos con música de rock y distracciones para recordar este día como “un feriado K para todos y para todas” y para olvidar, intencionadamente, la celebración que nos debe convocar. Y ésta es, como quedó plasmado en nuestro himno nacional por la pluma de Vicente López y Planes en 1812, que desde el 25 de mayo de 1810 se levanta a la faz de la tierra una nueva y gloriosa Nación.
  
© Raquel E. Consigli y Horacio Martínez Paz

20 may 2011

ÉTICA PERIODÍSTICA

ÉTICA PERIODÍSTICA

Sin pretender elaborar un manual de Deontología, el escritor y Premio Nobel de Literatura (1989) Camilo José Cela diseñó hace algunos años un Decálogo del Periodista que puede servir de guía a quienes ejercemos la profesión de comunicar. En él se refiere en particular a la conducta de los periodistas profesionales, que deben anteponer la búsqueda de la verdad por sobre la subjetividad del individuo, transmitir la información sin deformarla y mantener la independencia de criterio sin doblegarse ante presiones de cualquier tipo.

Sin embargo, el pensamiento de Cela, fallecido en 2002, no contempló en su real dimensión el acelerado desarrollo tecnológico en el área de las comunicaciones y la indiscriminada difusión de las ideas. La “aldea global” de McLuhan se ha convertido ahora, irónicamente, en una inmensa comunidad de “sujetos comunicantes” en la que el intercambio de información es instantáneo abarcando toda la superficie del planeta en cuestión de segundos, en múltiples lenguas y en cualquier momento del día.

El salto cuantitativo ha superado cualquier cálculo y parece no detenerse. La poderosa herramienta que constituye internet –y sus posibilidades de editar mensajes– suele ser también una tentación para difundir y manipular información, sobre todo la impactante, burlando los más elementales códigos de ética. Cualquiera puede convertirse en “periodista” con un solo clic, ya que hoy en día el grueso del trabajo periodístico se realiza a través de los medios digitales, en los que las denominadas “redes sociales” juegan un importante papel.

La Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE) ha elaborado un interesante Código Deontológico para orientar el ejercicio de la profesión en un momento histórico en el que resulta sumamente difícil tanto la práctica periodística independiente como el acceso a la información pública y su difusión. Estos principios se refieren principalmente, por un lado, al derecho a la información y por otro, a la libertad de pensamiento y de expresión, con el límite de la responsabilidad en el tratamiento de la noticia, la honestidad en la conducta periodística y el compromiso de la comunicación veraz a la sociedad.

El Estatuto propuesto por FAPE dedica varios puntos a la fuente de información, hecho que en el uso cotidiano de internet pasa muchas veces desapercibido y otras ignorado voluntariamente. Es frecuente que los usuarios de la red, devenidos en ocasionales periodistas, se atribuyan como propios escritos que son de un tercero, que mutilen o alteren mensajes o bien que recurran a la muy deleznable práctica de cortar y pegar fragmentos para armar un todo “diferente” y poner debajo la propia firma.

Lo lamentable es que internet no cuenta aún con una legislación específica, que debería ser universal a los fines de proteger la fragilidad de la propiedad intelectual. En Argentina hay sitios llamados “diarios electrónicos”, muy bien presentados y con apariencia de serios, cuyos contenidos han sido plagiados. Además, cualquiera puede inventar una noticia y desparramarla sin ningún escrúpulo.

En el código de ética del buen periodista debería existir un artículo que suprima el potencial. Cuando se habla de que fulano “habría”, o que mengano “diría”, no se está haciendo más que propagar un rumor. Se debe ir a la fuente y confirmar la noticia y mientras no se confirma, se guarda. Últimamente han proliferado los potenciales, incluso provenientes de prestigiosos periodistas, cuando se refieren, por ejemplo, al futuro de la presidente argentina, pero claro... el tema vende. Los periodistas somos los historiadores del presente en tiempo real, no futurólogos.

Tampoco es ético revolver el dolor ajeno, como ha sucedido en estos días con el tratamiento realizado por los canales de televisión del país ante el accidente de la aerolínea Sol, poniendo en cámara el llanto descarnado de los familiares de las víctimas. En este sentido, Camilo José Cela sostiene que el periodista debe “ser tan objetivo como un espejo plano; la manipulación y aun la mera visión espectacular y deliberadamente monstruosa de la imagen o de la idea expresada con la palabra cabe no más que a la literatura y jamás al periodismo”, y agrega que es preferible “callar antes que deformar; el periodismo no es ni el carnaval, ni la cámara de los horrores, ni museo de figuras de cera.”

El colega colombiano Javier Darío Restrepo, reconocido por sus investigaciones en el tema, destaca en su obra Ética para Periodistas, escrita en colaboración con la doctora María Teresa Herrán, que la marca distintiva de un buen periodista es, por sobre todas las cosas, su responsabilidad ante el hecho noticioso. Somos los propios periodistas quienes debemos insistir en la honestidad, la buena fe y el respeto por el otro y por su dignidad. Libertad y responsabilidad son las dos caras de la misma moneda y los profesionales del Periodismo debemos entender que el pilar en el que se asienta el inestimable valor de la credibilidad radica precisamente en la propia conducta.

© Raquel E. Consigli y Horacio Martínez Paz

15 may 2011

SEDE VACANTE

SEDE VACANTE

Desde que Néstor Kirchner asumió la presidencia el 25 de mayo de 2003 hasta la actualidad, es decir ocho años después, cuando su viuda está terminando su gestión al frente de la primera magistratura del país, Argentina ha tenido seis ministros de Economía: Roberto Lavagna, Felisa Miceli, Miguel Peirano, Martín Lousteau, Carlos Fernández y Amado Boudou, ninguno de los cuales ha descollado en el cargo debido a que el kirchnerato ha impuesto su propia “politica económica” por sobre los técnicos en la materia.

Néstor “heredó” a Lavagna –tal vez el único capaz de conducir la economía nacional– de la presidencia interina de Eduardo Duhalde y lo conservó hasta fines de 2005, cuando decidió “profundizar el modelo de matriz diversificada”, que nadie sabe exactamente en qué consiste y que el entonces ministro no apoyaba, por lo cual huyó despavorido. Kirchner lo sustituyó por una ex alumna de Lavagna, la inefable Felisa Miceli, que terminó renunciando un año y medio después envuelta en un escándalo de proporciones y acusaciones de corrupción. Los seis meses siguientes y hasta la asunción de Cristina, los destinos del ministerio más importante del país –y de cualquier país– estuvieron en las manos de un joven economista, Miguel Gustavo Peirano, que en ese momento tenía 39 años y había trabajado en la multinacional Techint, el Banco de Inversión y Comercio Exterior (BICE) y la Unión Industrial Argentina (UIA).

Sin embargo, es durante la presidencia de su ahora viuda, Cristina Fernández, cuando el ministerio de economía adquiere las peculiares características de una sede vacante, un sitio vacío, en el que los titulares del mismo son meras marionetas manipuladas por y desde el poder ejecutivo a fin de llevar a cabo las descabelladas elucubraciones (ya que no se puede hablar de políticas) kirchneristas sobre una economía “nacional y popular”, que incluye, entre otros disparates, inventar las cifras del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec), distribuir entre algunos sectores sociales carenciados y no tanto, todo tipo de planes “para todos”, despilfarrar los fondos de los jubilados para financiar la demagogia cotidiana, y poner al frente de las distintas secretarías a personal ignorante, inoperante o simplemente patoteril, como es el caso de Guillermo Moreno, a cargo de Comercio Interior.

El primer ministro de economía de la gestión cristinista, Martín Lousteau, respondía a la apuesta de la presidenta “por los jóvenes”, ya que al asumir el cargo contaba solamente con 37 años y, a pesar de su supuesta capacidad, obviamente carecía de experiencia política. Digitado por el matrimonio presidencial, divulgó el esquema K de retenciones móviles a las exportaciones del sector agropecuario, que provocó un inmenso descontento popular en un país cuya economía está ampliamente basada en el campo, y precipitó su caída en abril de 2008. Fue rápidamente reemplazado por Carlos Rafael Fernández, un desconocido economista que permaneció un año y tres meses en el cargo, sin que nadie sepa a ciencia cierta qué fue lo que hizo mientras duró su gestión.

Si el ministerio de economía había sido hasta entonces una dependencia inoperante de la Casa Rosada, con la llegada de Amado Boudou en julio de 2009 la “mufa” desapareció de los despachos oficiales. El motoquero, guitarrero y cantor se encargó de generar sonrisas en medio del aburrimiento y la confusión generalizada del gabinete de Cristina. Mientras conduce su Harley-Davidson hacia los recitales de rock, acompañado de su pelirroja novia, el encargado del Palacio de Hacienda de la Nación nos ilustra cada día más sobre su absoluta carencia de conocimientos en materia económica y, lo que es peor, su total despreocupación por el tema.

Sin embargo, la desfachatez de este inquilino transitorio de la todavía sede vacante no tiene límites. Amado Boudou ha presentado su candidatura a jefe de gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, sin que nadie conozca su plataforma de gobierno ni cuáles serán las medidas prioritas en caso de ser electo y cómo las implementará. Su campaña está basada exclusivamente en insultos y descalificaciones a los oponentes, en particular a Mauricio Macri, lo cual, con sus antecedentes como ministro nacional, hablan a las claras de cómo sería su gestión si resultara ganador. En el despacho del ministerio nadie lo ve hace meses.

Una de las figuras que lo escoltan en su campaña proselitista, aunque nadie sabe en calidad de qué, es Patricia Vaca Narvaja, titular de la Embajada Argentina en México, que se ha convertido en otra sede vacante, esta vez en el exterior. Eso sí, ambos siguen cobrando sus magníficos sueldos mientras no cumplen la función para la que han sido nombrados. En el caso de Vaca Narvaja hasta puede ser beneficioso, ya que suponemos que a cargo de la sede diplomática está un segundo idóneo y de carrera.

En lo que hace a Boudou, sin embargo, el ministerio ha quedado en manos de un personaje muy peligroso: Roberto Feletti, de origen izquierdoso. Recientemente, un largo editorial del diario La Nación transcribe párrafos de una entrevista que el viceministro Feletti concedió al semanario Debate. Feletti afirmó entonces, entre otras cosas inaceptables para una economía del tercer milenio, que “el populismo debe radicalizarse” debido a que “antes no era sustentable ya que no podía apoderarse de factores de renta importantes”. Según lo publicado por La Nación, para el viceministro la única industria que debe quedar es la manufacturera, ignorando por completo a la industria financiera, de la que vive exitosamente Suiza hace años, y la de los servicios, tanto y tan bien desarrollada en nuestro país. Su tesis es que la economía debe quedar absolutamente en manos del estado, es decir, “profundizar” el sector público, lo cual es sencillamente inquietante ya que significa un fabuloso retroceso en la inversión de capitales y en la generación de empleo, algo que es propio del sector privado y que Argentina necesita con urgencia. No hay que dar más vueltas. Si parece un perro, tiene cuatro patas, mueve la cola y ladra, es un perro. Marxismo-leninismo en estado puro, aunque con un siglo de atraso.

© Raquel E. Consigli y Horacio Martínez Paz

11 may 2011

CRÓNICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA

Bin Laden ha muerto. Fue el titular de los noticieros de todo el mundo en la madrugada del 1 de mayo de 2011. El terrorista más buscado del mundo había sido finalmente ubicado por las fuerzas de élite de Estados Unidos y eliminado, para alivio de amplios sectores sociales atemorizados desde que hiciera pública su condena al capitalismo occidental y a cierto segmento del islam, entre otras amenazas.

La muerte de Bin Laden era algo inminente, previsible, esperable. A partir de ese instante el mundo volvió a partirse en dos entre sus defensores, que conciben su muerte como un asesinato, y sus detractores que la consideran un acto de mera justicia. Aunque hubiera muerto en combate, Osama será siempre –como el Che Guevara– una víctima de su propia causa: la lucha contra las ideologías políticas y religiosas que se oponían a su peculiar concepto del mundo.

Para el terrorismo el enemigo no es un pueblo, nación o Estado determinado, sino una cosmovisión “errada” que debe ser destruida a cualquier costo por medio de la violencia. A diferencia de un patriota, que se levanta en armas para defender los derechos civiles a la vida, la libertad y la propiedad dentro de las fronteras de su terruño natal, el terrorista no tiene patria, es un mercenario de diversos fanatismos tanto políticos como religiosos.

Horrorizarse por la muerte de Bin Laden, ultimado en un preciso operativo en el que la pérdida de vidas y los daños fueron mínimos, pero no hacerlo por las atrocidades cometidas en los atentados que él motorizó, masacrando a miles y causando cuantiosos estragos entre la población civil es, por lo menos, llamativo.

Toda muerte debe ser lamentada, ya que no hay nada para alegrarse en la pérdida de una vida humana, violenta o no. Quienes se rasgan las vestiduras por algunas muertes pero no por otras, demuestran una concepción ideológica perversa que justifica la eliminación selectiva de seres humanos: los que se consideran “los malos” de la película.

Al cundir la noticia sobre la muerte de Osama, Argentina emitió un tibio comunicado a través del canciller Timerman –despreciado aun por la misma comunidad israelita argentina–, en el que se afirma que en el país se produjeron “solamente dos atentados terroristas”: los consumados contra la embajada de Israel y la mutual Amia, ambas en Buenos Aires, olvidando, en un particular acto de amnesia, el terrorismo que sufriera el país en los años 70 con su saldo de incontables atentados, secuestros y muertes.

En los últimos años el mundo fue testigo de los atentados en Tokio (1995, 12 muertos y miles de afectados por el gas sarín), Atocha (2004, 192 muertos), Londres (2005, 56 muertos y más de 700 heridos), Pakistán (2007, 50 heridos y 38 muertos, entre ellos la ex primera ministra Benazir Bhutto que había sobrevivido dos meses antes a otro que causó 124 muertos), por citar sólo algunos. Bin Laden y la organización Al-Quaeda, por su parte, se atribuyeron varios crímenes sangrientos en distintas partes del mundo, siendo el más resonante el del 11 de septiembre de 2001, en el que murieron más de tres mil personas.

Quien vive fuera de la ley, no puede invocar para sí el imperio de la misma, es decir, el que a hierro mata, a hierro muere. De no haber sido los "imperialistas yankis", alguna otra de sus víctimas se hubiera encargado de perseguirlo hasta eliminarlo. Por eso, la muerte de Bin Laden era un hecho previsible, porque como en el cuento La espera de Jorge Luis Borges, todo asesino sabe que en el preciso instante de cometer un crimen ha firmado su propia sentencia de muerte.

Raquel E. Consigli
Horacio Martínez Paz

6 may 2011

LA ARGENTINA SUBSIDIADA

A finales de 2009 las facturas de la Empresa Provincial de Energía de Córdoba (EPEC) comenzaron a llegar con una leyenda que cruza el papel y que reza: “con subsidio del estado nacional”, a partir de lo cual aumentaron sideralmente.

Tal vez fue para compensar a los ciudadanos del interior por no recibir las prometidas lamparitas de bajo consumo, que en cantidad de cinco millones se compraron a Cuba, que, supuestamente, a su vez, las había adquirido a China e iban a ser distribuidas en forma gratuita a todos (hay que resaltar el “todos”) los hogares por la presidenta de todos los argentinos, con el objeto de disminuir el consumo y concientizar a la ciudadanía sobre el ahorro energético y el cuidado del medio ambiente. La población total de Argentina ronda los 40 millones de habitantes, por lo que el plan de ahorro implicaba, por lo menos, la entrega de una lamparita de bajo consumo cada dos habitantes. Los cordobeses todavía estamos esperando que la presidenta cumpla su promesa de “alumbrar” un nuevo país.

Después de las lamparitas, a la presidenta se le “encendió” otra idea genial: los “planes canje”, aunque los mismos, que incluían el soñado recambio de autos, bicicletas, heladeras, termo-tanques, cocinas, lavarropas y maquinarias agrícolas no alcanzaron el objetivo propuesto de “reactivar la economía” y se redujeron, como siempre, a los amigos del poder y a la población de La Matanza, el distrito que injustamente decide las elecciones presidenciales en el país a partir del siniestro Pacto de Olivos entre Alfonsín y Menem.

Según Roberto Cachanosky, un reconocido economista argentino, solamente en el primer trimestre de 2011 se llevan gastados 12.300 millones de pesos en subsidios, con lo que se puede calcular el desembolso para el resto del año en este rubro, porque si hacemos una lista somera debemos incluir la energía (luz, gas), los combustibles, el transporte, algunos alimentos (harina para pan, carne para todos, milanesas para todos, carne de cerdo, merluza, pollos), algunos medicamentos, las vacunas contra la meningitis y las tres millones de netbooks para alumnos secundarios y docentes de todo el país, de las cuales no se ha llegado a entregar ni el 20%.

A esto debemos agregar los 600 millones para el fútbol, la compra de Aerolíneas Argentinas, las jubilaciones sin aportes, las asignaciones por hijo y por embarazo, los incentivos a los jóvenes y la enorme masa de los empleados públicos (universidades, escuelas, hospitales, fuerzas armadas, policía) mantenidos con fondos del erario común. En el caso de la re-estatizada línea de bandera, su actual presidente-niño acaba de declarar alegremente que tendrá una pérdida de 400 millones en 2011.

Nos preguntamos entonces a quiénes benefician realmente estos subsidios, y, sobre todo, de dónde provienen los fondos para hacer frente a tan escalofriante cifra que debe proveer el Estado, y la respuesta es obvia: de la estatización de los fondos de los jubilados que estaban en las administradoras de fondos de jubilaciones y pensiones (AFJP), de las retenciones al campo y de cualquier otra maniobra dudosa que, a través de los organismos “de control” del Estado, se pueda perpetrar en contra de los escasísimos particulares que trabajan, invierten y todavía apuestan por el país. En un reciente viaje por aire a Buenos Aires hemos observando a nuestros pies millones de hectáreas sembradas, la mitad de las cuales son para la corona.

Eso parece dejar afuera a Cristina Fernández como candidata para las próximas elecciones presidenciales, ya que, al haber negado a los jubilados el 82% móvil y vaciado las arcas del Estado, no tendría con qué hacer frente a las ingentes dádivas de los próximos años que le serán exigidas por el electorado cautivo y por los poderosos gremialistas que ella ha contribuido a cebar.

Lo realmente triste de la patria subsidiada es que las generaciones de nuestros abuelos vieron un país próspero surgido de la cultura del trabajo, mientras que las generaciones posteriores vieron crecer, no solamente la injerencia del sector público en el ámbito privado, sino la holgazanería y la comodidad de quienes se habituaron a vivir y a esperarlo todo del Estado, factor que está fomentando en los jóvenes del tercer milenio una actitud de especulación e indiferencia en la formación personal y de profundo desaliento en lo que hace al trabajo, el esfuerzo y el mérito.

Raquel E. Consigli
Horacio Martínez Paz

4 may 2011

Décimas pergaminenses

SON GRANDES LAS APETENCIAS
DEL POLÍTICO ARGENTINO
QUE ESTA PERDIENDO EL CAMINO
POR BUSCAR SU CONVENIENCIA,
ASÍ NO HABRÁ RESISTENCIA
QUE FRENE LA HORDA CRUEL,
LA QUE BUSCA OTRO LAUREL
PARA SEGUIR CASTIGANDO
A UN PUEBLO QUE ESTÁ PENSANDO
¡ DAR PELEA SIN CUARTEL !

VASCO

3 may 2011

APLASTANTE MEDIOCRIDAD

APLASTANTE MEDIOCRIDAD

En un singular e intenso año electoral en el país, debido a la cantidad de veces que deberemos sufragar (internas, intendentes, gobernadores, presidente), el escenario que se presenta a los votantes es de confusión e incertidumbre.

En el ámbito nacional, Cristina Fernández es la única que no se ha pronunciado sobre su “esperada” candidatura, mientras que decenas de figuras de varias fuerzas políticas desfilan por los medios de comunicación como la troupe de distintos circos, cada uno con su plantel completo de bailarines, trapecistas, equilibristas en la cuerda floja, payasos y domadores de fieras.

En lo que hace al radicalismo, Ricardo Alfonsín, sin ninguna ética, sorprendió a sus pares y se autoproclamó candidato a presidente, dejando en el camino a Gerardo Morales, Ernesto Sanz y al mismo vicepresidente de la Nación, Julio Cobos, que se diferencian de él por su manifiesta capacidad de gestión y experiencia en cargos ejecutivos.

Este señor Alfonsín, portador de apellido y de rostro, que –evidentemente- contempla a diario al espejo y acomoda para parecerse a su padre, no ha dejado caer una sola idea de cuáles serán sus políticas de estado. Si para que lo voten pretende apelar a la imagen del ex presidente, probablemente se equivoque, ya que su mensaje, su apellido y su rostro huelen a rancio y traen recuerdos poco gratos.

Raúl Ricardo Alfonsín -proclamado a su muerte, el "padre de la democracia" con absoluta injusticia, ya que simplemente le tocó ser el primer presidente electo luego del último gobierno militar- nos desilusionó a los pocos meses de empezar su mandato. Fue el iniciador del “revisionismo histórico” y del mirar hacia atrás. Enjuició a centenares de militares, aunque después los indultara. Con él comenzó aquello de que cualquier moción de orden era autoritarismo y el tremendo desbarajuste en el sistema educativo (recordemos el “congreso pedagógico” de su autoría).

Con él llegó la "coordinadora" y sus negocios turbios (Coty Nosiglia, Jesús Rodríguez, Changui Cáceres, Leopoldo Moreau, y un largo etcétera). Con él llegó la represión a la prensa no adicta. En 1985 encarceló durante unos meses a los periodistas Rosendo Fraga, director de la revista La Avispa, y a Daniel Lupa, columnista del diario La Prensa. No había estado de sitio, ni orden judicial, pero él cumplió su capricho como emperador que ya se sentía.

Además hay que recordar su desastrosa política económica, que incluyó -entre otros disparates- los famosos “pollos de Mazzorín”, y una inflación que desembocó en una incontrolable hiperinflación, que quedará, no sólo como recuerdo imborrable para quienes la sufrimos, sino como el hito que lo obligó a abandonar la Casa Rosada seis meses antes de que terminara su mandato, debido al peligro de un estallido social de imprevisibles consecuencias.

Sería muy largo describir aquí su listado de errores, barbaridades y muestras de autoritarismo, aunque el resto de los actuales candidatos a la presidencia también tienen su propio “frondoso prontuario”.

Eduardo Duhalde, ex vicepresidente de Carlos Menem y presidente interino posterior a la caída de Fernando De la Rúa, se anota como candidato por el peronismo federal, es decir como fuerza opositora a la hegemonía K. De este abogado no olvidamos una de sus frases célebres: "el que depositó dólares, cobrará dólares", mentira histórica que terminó con la "pesificación asimétrica" y la gran estafa de la confiscación de los depósitos de los argentinos. Sin embargo, el peor de sus desaguisados fue, por su odio visceral a Menem, la imposición de un candidato de su paternidad: Néstor Carlos Kirchner, con las consecuencias por todos conocidas.

En lo que hace a las alternativas, Lilita Carrió -la eterna denunciante de corrupciones ajenas que jamás pudo probar, pero que le servían para estar permanentemente en los medios, y que nunca llegó al 5% de los votos- no quiere alianzas con nadie. Mientras tanto, Macri deshoja la margarita con su Pro: “que sí, que no, con éste no voy yo”.

Pino Solanas sube y baja de su Proyecto Sur, al igual que Stolbizer, Solá y el resto de los candidatos, que, a nivel local, provincial y nacional, se unen en una consigna común: "si va fulano, yo no voy", prueba de la mezquindad de nuestros políticos y de su cortedad de metas, ya que ignoran olímpicamente que a la ciudadanía no le importa en realidad quién se calce la banda presidencial, sino que se haga cargo de los graves problemas por los que atraviesa la República: inseguridad, inflación, desempleo, instituciones que no funcionan.

A menos de seis meses de las elecciones nacionales, ni siquiera sabemos con qué sistema vamos a votar (boletas múltiples, boleta única, voto electrónico), ya que todo es posible en medio del caos y el egoísmo que, desde la presidenta para abajo, impregnan la política argentina y sumen a la sociedad en un aplastante pesimismo y un desconcierto difícil de superar.

Raquel E. Consigli
Horacio Martínez Paz