17 may 2012

MISION K-ANGOLA


MISIÓN K-ANGOLA

El país está en manos de Beatriz Rojkés de Alperovich, presidente del Senado nacional, ya que Cristina Kirchner y su vice están anticonstitucionalmente en el exterior. Si bien ambos no deben viajar simultáneamente, y para salir del país tienen que pedir autorización al Congreso, pasaron por alto el trámite, dando por sentado que el poder, este poder, no rinde cuentas a nadie.

A la señora Rojkés no la recuerdan muy bien en su provincia, donde supuestamente es la primera dama. Los tucumanos no parecen respetarla, como tampoco el resto de los argentinos, ya que al sentarse en la presidencia de la cámara alta confesó que no tenía idea de lo que debía hacer en ese cargo.

El cuestionado vicepresidente de la Nación, Amado Boudou, viajó a Suiza... ¿a controlar las cuentas bancarias, con algunas valijas estilo Antonini Wilson? Jamás lo sabremos. Es una misión secreta, aunque podemos sospechar que se trata de sacarlo del medio ante la abrumadora evidencia en su contra en las diversas causas que se sustancian en el juzgado de Ariel Lijo.

Cristina Kirchner, mientras tanto, partió de safari a Angola, uno de los países más pobres y corruptos de África, sometido desde hace 33 años por una cruel dictadura civil, de tipo “familiar”, como las que simpatizan con ella (Cuba y Venezuela) y que ella misma fomenta en nuestro país.

Con precisas indicaciones presidenciales, Guillermo Moreno mandó y acompañó hasta allí el arca de Noé, con vacas, ovejas, textiles y comestibles telúricos, para que el dictador angoleño haga demagogia con la miseria de sus compatriotas (más del 50% de la población vive bajo la línea de indigencia).

La generosidad argentina se remató con la oferta de un crédito por 100 millones de dólares al gobierno angoleño, que, curiosamente, es uno de los países con mayor reserva de petróleo y diamantes en el mundo. Parece que en Angola lo que falla es, como en Argentina, la distribución de la riqueza, que tanto predica la nueva Evita que tenemos por presidente.

Como en Argentina está todo bien, cualquier ciudadano tiene su economía resuelta, los jubilados cobran el 82% móvil, tenemos los mejores hospitales públicos, las escuelas son un primor, las carreteras, cloacas y conexiones de gas son óptimas, la energía y los combustibles están asegurados, los transportes funcionan maravillosamente, no hay inflación ni inseguridad y nadie se muere de hambre, la presidenta y su entorno decidieron mostrarse magnánimos, pero no con el pueblo angoleño, sino con el corrupto sistema de gobierno del país africano.

Es difícil pensar que 400 empresarios argentinos se prendieron a este safari económico, es decir a una experiencia de caza mayor en una ciudadanía con escasa instrucción y con un nivel de vida bajísimo, por vislumbrar allí oportunidades de negocios. Que los “emprendedores” de La Salada o los supermercados chinos hayan visto una posibilidad de intercambio entre iguales, parece verosímil.

Lo que no resulta creíble es que ejecutivos de empresas nacionales de primera línea que hoy operan en importantes mercados del mundo (Arcor o Aceitera General Deheza, por citar solamente a las de origen cordobés) consideren a Angola como un objetivo imprescindible para sus negocios.

Esto nos lleva a pensar en la corrupción mayúscula que corroe al país y que, permeando todas las áreas de gobierno, se desparrama generosamente por los círculos más cercanos al poder kirchnerista: el empresariado. La misión K-Angola es, sin duda, uno de los emprendimientos más corruptos de la gestión CFK, superando con creces a los negociados de De Vido, del vice Boudou y hasta a los Sueños Compartidos de Hebe de Bonafini y compañía.  

© Raquel E. Consigli y Horacio Martínez Paz