CORDOBAZO
Los 29 de mayo de cada año la izquierda vernácula recuerda al cordobazo como una mayúscula epopeya popular, lo cual contiene una mentira y una traición.
El 29 de mayo de 1969 algunos obreros metalúrgicos se movilizaron al centro de la ciudad de Córdoba, uno de los polos industriales del país, por ciertos reclamos justos, aunque, sin que mediaran argumentos suficientes, aparecieron las armas y con ellas los montoneros. Ante esta situación, que muchos ocultan, los obreros se retiraron callados.
El brutal ataque a la sociedad y a la propiedad locales mantuvo en vilo a los cordobeses, ya que en cada techo y en cada terraza había francotiradores que disparaban a la menor incitación.
En aquellos momentos timoneaba el país el general Juan Carlos Onganía, presidente de facto que había destituido a Arturo Illia, ante su inoperancia y su incapacidad evidentes para manejar los destinos de la Nación. Por su parte, el general Alejandro Agustín Lanusse, que cultivaba su propio proyecto político, vislumbraba la oportunidad para, a su vez, derrocar a Onganía.
Y ese instante llegó. Lanusse, que era el comandante del tercer cuerpo de ejército, amenazó con bajar las tropas al centro de la ciudad mediterránea, hecho que se produjo cuando la barbarie ya estaba consumada.
Cuenta la historia que, al renunciar, Onganía, les dio la mano a los otros comandantes, pero, de pie ante Lanusse le espetó: "a usted, no. Usted es un traidor".
Es curioso que los gobiernos militares en este país cayeron como consecuencia de la ambición personal de otros militares, sus propios pares, que soñaban con alcanzar el sillón de Rivadavia, entre ellos Lanusse y Galtieri.
El cordobazo no fue otra cosa que el ensayo general de la guerrilla, que luego se desparramaría durante los años setenta por todo el territorio nacional con los horrores por todos conocidos.
© Raquel E. Consigli y Horacio Martínez Paz