19 feb 2008

Mirando hacia atrás con ira

En 1956, John Osborne, dramaturgo inglés, publicó la obra Look back in anger, traducida como “Mirando hacia atrás con ira”, que fue un éxito rotundo en los escenarios londinenses, dando lugar posteriormente a una película con el mismo nombre.

Aunque el argumento de la obra teatral gira en torno a la rebelión social a través de un joven inconformista que no encuentra su lugar en el mundo, el título bien puede servir para describir la política de derechos humanos instaurada por los Kichner a partir de 2003, que se basa lisa y llanamente en la desmilitarización de la Nación y que vemos agudizar día a día, mientras aumenta la ira, cargada de odio, hacia el pasado.

Para su desgracia, sin embargo, días atrás la presidente recibió en su despacho al dictador de un país africano, invitado a negociar hidrocarburos por la cancillería argentina. Aparentemente, Cristina se enteró tarde del currículum vitae del guineano y tuvo que hacer de anfitriona a la fuerza (por suerte no había barrera idiomática, ya que Guinea Ecuatorial ha sido hasta 1968 colonia española y el dictador hablaba en perfecto castellano), aunque luego descargó su furia en el canciller Taiana. Calculamos que este último personaje, autor conocido de dos asesinatos con bomba en un bar porteño, no se habrá inmutado por las 91 muertes, cientos de presos políticos opositores al régimen e infinidad de atropellos a las libertades civiles que se le endilgan al invitado africano.

Seguramente, para resarcirse de semejante traspié, la gobernanta reforzará la caza de militares acusados de “algo”, con el fin de llegar al 24 de marzo -cuando falta poco más de un mes- con algún número importante de uniformados detrás de los barrotes, como para justificar que se la conozca en el mundo por su política de “derechos humanos”. De todas formas, el recibimiento que diera a Lino Oviedo, el militar paraguayo golpista, tampoco suma puntos en ese sentido, aunque haya sido impuesto por los Estados Unidos a cambio del plácet para Timerman.

Lo que sí llama la atención es que la Sra. Fernández se horrorice por los “presos sin juicio ni condena” que mantiene el dictador Obiang, cuando en las cárceles argentinas decenas de militares esperan en condiciones casi infrahumanas que se les comuniquen los cargos por los cuales se los mantiene en prisión, ya que algunos de ellos llevan a la fecha varios años en esa situación. Y si de mirar para atrás se trata, con furia y deseos de revancha, desde el denominado “Proceso de Reorganización Nacional” (1976-1983) se retrocedió primero a 1975, luego a 1974 y ahora a 1972 y la llamada “masacre de Trelew” como excusa para perseguir a quienes defendieron al país de la delincuencia subversiva.

Parece que si no se llega a un número de militares presos que satisfaga a las señoras que gobiernan detrás de la presidente (una que hace sus necesidades fisiológicas detrás del altar mayor de la catedral metropolitana y otra que tal vez lo haga detrás del sillón presidencial), se seguirá manejando el país a través del espejo retrovisor y así llegaremos sucesivamente a los gobiernos de Onganía, Rawson, Justo, Uriburu, Roca y un largo etcétera (hasta Colón) que conducirá a las cárceles del país a cualquier descendiente directo o indirecto de quienes sirvieron a las armas de la patria y que serán espulgados cuidadosamente a fin de lograr acusar a cualquier antecesor de haber violado los “derechos humanos” de algún compatriota.

La iracundia retroactiva de la dirigencia actual también tiene otros matices absurdos: los militares que dan nombre a algunas calles han perdido su “grado” post mortem y así por ejemplo, en Córdoba, en lugar de “Avenida Tte. Gral. Pablo Ricchieri” (el militar que organizó en la práctica al ejército nacional durante gobierno de otro militar, Julio Argentino Roca) encontramos que la citada arteria se denomina ahora simplemente “Av. Pablo Ricchieri”, o nuestra base antártica Marambio a la cual le ha sido quitado el grado de vicecomodoro. De la misma manera, en los últimos días han sido pasados a retiro todos aquellos militares cuyos ascendientes hubieran participado en algún gobierno militar de las últimas décadas, como lo denunciara recientemente el Lic. Pedro Mercado en una carta publicada por un matutino porteño. Pretende la dirigencia cambiar la historia argentina “desmilitarizando” a la sociedad, sobre todo a las generaciones futuras, con una inquina y un rencor pocas veces vistos en la historia nacional.

Por eso sería lógico y coherente (ley pareja no es rigurosa) que la dirigencia política se abocara inmediatamente a eliminar de toda la Argentina, sin excepción, el nombre de Juan Domingo Perón, militar que participó en el golpe contra Yrigoyen en 1930 y luego contra Ramón Castillo en 1943, borrando su auto-otorgado grado de teniente general de cualquier calle, institución, accidente geográfico u oficina pública. Asimismo, debería hacerse lo propio con el de su cónyuge Eva Duarte de Perón (en todas sus formas: Evita, Eva Perón, etc.), sencillamente por ser esposa de militar, y por el agravante de haber sido uno de los militares que más daño ha hecho al país con la instalación de la política de la dádiva en oposición al trabajo, de la vagancia en lugar de la cultura (”alpargatas sí, libros no”), del odio entre clases sociales y de la delincuencia subversiva, pesada y cruel herencia que trajo como consecuencia a los gobernantes de hoy y sus resentidas persecuciones retroactivas.