EL DISCURSO OFICIAL
En tiempos electorales el discurso oficial se asemeja considerablemente a la estrategia comunicacional de los gobiernos en tiempos de guerra: se trata de un parlamento triunfalista, que no admite pormenores adversos.
La estrategia del círculo más allegado a Cristina Fernández es presentarla ya mismo, y sin que medie ninguna proyección seria en ese sentido, como la ganadora absoluta en las próximas elecciones presidenciales en Argentina.
En estos casos, el discurso oficial se parece demasiado a la “historia oficial”, que ese mismo entorno se ocupa de criticar puntillosamente en administraciones anteriores. Así por ejemplo, aunque el Club de París ha rechazado de plano la oferta del ministro de economía Amado Boudou en lo que hace a plazos y montos de refinanciación de la deuda, el gobierno ha anunciado que las negociaciones con este organismo están “muy avanzadas”.
El ciudadano común debe estar atento y familiarizado con la jerga política, a fin de entender que cuando algún funcionario afirma que hay “dispersión de precios”, lo que quiere decir en realidad es que no puede negar la inflación galopante que nos afecta, y que las “milanesas para todos” son un producto del imaginario colectivo que debemos sostener “de puertas afuera”, de modo que el resto del mundo no se imagine que el país se ha caído del G-20, del FMI, del Club tal o cual, o de algún engendro parecido que nos da cierta “seguridad” hacia adentro.
Lo mismo sucede cuando el gobierno se desvive por desmentir las cifras de consultoras privadas que no coinciden con las del Indec o cuando especula con la inseguridad reinante. Los discursos políticos en este delicado tema, si no fuera por la sensibilidad que revisten, suenan francamente hilarantes, como el de la ministra actual, ex “de Defensa”, que desconoce cotidianamente los penosos y aberrantes hechos que padecen miles de compatriotas. Al no reconocer su existencia, se niega a combatirla.
En lo que hace a la próxima Feria del Libro de Buenos Aires, para cuya apertura se invitó a Mario Vargas Llosa, premiado recientemente con el Nobel de Literatura, el discurso oficial tuvo marcha y contramarcha. Lo primero fue atacarlo por “derechoso” y “autoritario”, aunque luego los asesores presidenciales consideraron que no era conveniente que una jefa de estado y presunta candidata a eternizarse en el poder se despachara con un discurso contrario a la libertad de expresión, de modo que el escritor peruano fue luego reivindicado.
La duda que queda flotando es qué pasará en los próximos meses en este “país en serio”, ya que se trata de un año electoral en el que el discurso oficial de campaña debe estar acompañado por hechos que avalen en la cotidianeidad de los argentinos que se hace lo que se promete y se promete lo que realmente se piensa.
Raquel E. Consigli
Horacio Martínez Paz