23 abr 2010

SÍ, MI COMANDANTE

SÍ, MI COMANDANTE

En su reciente viaje a Caracas y mientras porfiaba que algunos países americanos están experimentando la "segunda independencia" (en un obvio disparo contra Estados Unidos, adonde estuvo hace unas semanas mendigando una foto con el presidente Obama), Cristina Fernández, en público discurso,se refirió a Hugo Chávez Frías como “comandante”, aunque el presidente de Venezuela nunca despegó del grado de teniente coronel.

La izquierda -que siente un desprecio visceral por lo militar- insiste en llamar "comandantes" a sus líderes, desde el abogado Fidel Castro hasta el político Daniel Ortega, pasando por nuestro ex compatriota y dudoso médico, Ernesto "Che" Guevara de la Serna y el depuesto presidente hondureño Mel Zelaya -entre otros-, y terminando en el hombre del altiplano que combatió al imperio romano y que desalienta el consumo de pollo por el riesgo de volverse homosexual.

Para la izquierda progre existe también el grado de "subcomandante". Tal es el caso de Raúl Castro (mientras viva su hermano, su inmediato superior en este virtual escalafón miliar), o bien del "subcomandante Marcos", identificado por el gobierno mexicano como Rafael Guillén Vicente, un ex estudiante de filosofía y, luego de graduado, profesor en la Universidad Autónoma de México, que opera militarmente desde principios de los noventa en la sierra Lacandona en el sureño estado de Chiapas, liderando el autodenominado Ejército Zapatista de Liberación Nacional, que aboga por los derechos civiles de los indígenas de la región. Lo curioso es que este encapuchado que se muestra fuertemente armado, fuma en pipa mientras pasa revista a caballo a su tropa y escribe libros de poesía. Y nadie sabe quién es su "comandante".

Sorprende también que estos seudo militares sean los grandes enemigos de las fuerzas armadas de sus respectivos países y quienes persiguen con saña a los legalmente uniformados con la excusa de los derechos humanos y los crímenes de lesa humanidad, ya que se pasan la vida hablando en términos militares y evocando situaciones propias del manejo de tropa, y tienen -en contraste- una visible debilidad por disfrazarse con uniformes militares.

Por otra parte, resulta igualmente curioso que algunos militares hayan sido más exitosos en el manejo de políticas económicas que muchos civiles, como sucedió en Argentina durante la “dictadura” de Juan Carlos Onganía, cuando el país llegó a ser acreedor del FMI (Clarín, 26 de enero de 2002) o bien Augusto Pinochet en Chile, que diseñó la estrategia económica que sacó a su país de la postración y lo catapultó al siglo XXI.

Los pseudo militares y todo el progresismo de izquierda que odia los uniformes, en cambio, han fracasado muchas veces en la conducción de las economías nacionales, llegando a desabastecer a sus respectivos países de los artículos de los cuales son prominentes productores mundiales. Así vemos hoy que el “comandante” Castro ha conseguido que Cuba tenga que importar azúcar, el “comandante” Chávez ha logrado desabastecer a Venezuela en materia energética y los “comandantes K” en Argentina han destruido la gallina de los huevos de oro nacional: el campo, tanto en lo ganadero (carne y leche), como en lo agrícola (no se ha salvado ni el “yuyo” sojero).

-Por favor... ¡Un psicólogo por allí!
- Sí, mi comandante.

Raquel E. Consigli
Horacio Martínez Paz