Todo el año es carnaval
Si bien el origen de la palabra “carnaval” tiene distintas versiones, hace referencia al lunes y martes previos al miércoles de ceniza con que comienza la Cuaresma que culminará con la Semana Santa del culto Católico. El carnaval se caracteriza por celebraciones populares o “festejos” opuestos a las restricciones habituales de la religión cristiana, y su propia etimología nos remonta a que la “carne vale”, en contraposición a la abstinencia de este alimento que impone el cristianismo durante esos días.
El carnaval es el tiempo de desenfreno, en el que las personas se disfrazan, cantan, bailan, beben y se permiten todo tipo de excesos. Para el calendario son solamente dos días, a los que se suelen adicionar los fines de semana anterior y posterior.
Con el paso del tiempo, las fiestas de carnaval se extendieron por Occidente y se fue estableciendo una especie de “geografía” en la cual se reforzó la impronta turística de estos festejos, que en definitiva significan importantes ingresos económicos para aquellas regiones que invierten en ellos. Entre los más deslumbrantes se encuentran los de Venecia, Río de Janeiro y Nueva Orleans, en Louisiana, Estados Unidos, donde se lo denomina ‘Mardi Gras’ (martes graso, por el origen francés de ese estado americano).
En Argentina, en la provincia de Corrientes, -muy cercana a Brasil en clima y costumbres- es donde el carnaval había tomado –hace unos 40 años- mayor fuerza, hasta que un accidente carretero segó la vida de algunos integrantes de la comparsa Ará Berá, una de las predilectas de los correntinos.
Así fue que la posta la tomó Gualeguaychú, en Entre Ríos. Esta ciudad, que fuera fundada en 1783 y cuya población actual apenas supera los 76 mil habitantes, está situada a la vera del río homónimo y recostada sobre el río Uruguay. A comienzos del siglo XX la actividad comercial de la ciudad se centraba en diversos molinos cerealeros y en el importante frigorífico Gualeguaychú, que se instaló en la década del 30 reemplazando a los antiguos saladeros. Con la expansión del puerto y el advenimiento del ferrocarril, se produjo un sostenido crecimiento económico que se tradujo en importantes mejoras: construcción de edificios, parques, plazas, instalación de alumbrado público, etc.
En 1976 se inauguró el puente Libertador General San Martín, que une Gualeguaychú en Argentina con Fray Bentos en Uruguay. Se trata de un puente carretero internacional que supera los 5 kilómetros de extensión y que ha significado un importantísimo hito en la comunicación y la unidad con la vecina República Oriental del Uruguay. También debemos destacar que el nacimiento del puente en cuestión no está en Gualeguaychú, sino en Puerto Unzué, a varios kilómetros de aquella.
Si bien la ciudad de Gualeguaychú ya era visitada por el turismo debido a sus playas y tranquilos balnearios, tanto los que están sobre el río del mismo nombre como los que se extienden sobre el río Uruguay, la mejora en las comunicaciones y el puente internacional lo incrementaron notablemente.
Se puede decir entonces que la cuestión de los carnavales es algo relativamente reciente en la vida turística de la ciudad y que su florecimiento se produce a partir de la confluencia de algunos factores: el opacamiento de los carnavales de Corrientes, la decadencia de la agroindustria (molinos y frigorífico) y el progreso en las comunicaciones carreteras, en particular el puente internacional.
En 1997, hace solamente diez años, se inauguró un inmenso corsódromo con capacidad para 30.000 personas y tanto las comparsas (cada una de ellas invierte miles de dólares en vestuario y carrozas) como las puestas en escena se volvieron realmente imponentes, hasta llegar a constituir un espectáculo de envergadura. Puede decirse que en la actualidad la ciudad de Gualeguaychú pasa casi todo el año preparando y “esperando” la llegada del carnaval (que se extiende allí durante todo el período estival), aunque ellos usan incorrectamente el plural al denominarlo “los carnavales”. Así, lejos aún del lunes previo al miércoles de ceniza, la ciudad ribereña ya está en pleno desarrollo de sus carnavales…
Sin embargo, desde hace poco más de un año Gualeguaychú no sólo es noticia por sus “carnavales”, sino también por el perenne carnaval de los cortes del puente que nos une con la hermana república oriental del Uruguay. El motivo es protestar contra la imaginaria contaminación de una industria emplazada en el país del frente, a pesar de que tanto la Corte Internacional de La Haya como todos los estudios serios sobre el medioambiente aseguran que la pastera Botnia cumple con las más exigentes normas internacionales y por lo tanto no contamina, como lo ha demostrado la consultora Green Cross.
A pesar de ello, estos entrerrianos no están dispuestos a aceptar ningún fallo o resultado que se oponga a su voluntad de cortar el puente, ya que de hacerlo volverían a estar a desocupados y sin salario. En este punto hay que hacer una observación. La prensa en general los denomina “ambientalistas”, apelación que hace suponer que los que impiden el paso son sesudos científicos con profundos estudios sobre el medio ambiente. Pero no. Llamando a las cosas por su nombre, estos señores no son más que simples piqueteros que arrasan con el elemental derecho constitucional de todos los argentinos de transitar por nuestro suelo y de entrar y salir de él con entera libertad.
Lo lamentable es que la Asamblea Ciudadana Ambiental de Gualeguaychú es una ONG hija de la política nacional que la promocionó, y cuyos integrantes, desde el comienzo hasta el presente, son asalariados de la Provincia a través de los subsidios otorgados mensualmente por el gobernador Busti, que oscilan entre $ 20.000 y $ 40.000 y que se destinan a sufragar los innumerables gastos que ocasiona el corte del puente: viáticos, alquiler de colectivos y lanchas, combustibles para ambos, folletería, material documental para TV y un largo etcétera. Hasta les alcanzó para enviar, tiempo atrás, a la cumbre de presidentes en Viena a una aprendiz de vedette que irrumpió ante los mandatarios enfundada en una brevísima bikini.
Es decir que se usan los dineros públicos para financiar a quienes delinquen flagrantemente contra el más básico de los derechos humanos: la libertad. Lo irónico es que son un puñado de argentinos que se arrogan la representatividad de todos los habitantes y actúan en consecuencia negando a otros compatriotas los derechos que a ellos sí les asisten.
El puente entre Puerto Unzué y Fray Bentos no pertenece a la provincia de Entre Ríos sino a la Nación argentina por un lado, y a la Nación uruguaya por el otro. Y mal que les pese a estos piqueteros disfrazados de ambientalistas y de carnaval todo el año, tanto la iniciativa de la obra y su ejecución como la inauguración se deben a gobiernos de facto. Fue Juan Carlos Onganía quien el 16 de junio de 1969 firmó el decreto Nº 3056 encargando la construcción a Ingenieros Consultores Hidrosud Argentina S.A. y Mandatos Tudor Engineering Company, y luego Jorge Rafael Videla, presidente de la Nación, inauguró la obra el 16 de septiembre de 1976, que se denominó por común acuerdo de las partes “puente Libertador General San Martín” en conmemoración al prócer cuya intención fue la de unir a toda Latinoamérica.