29 feb 2012


NO NOS ALCANZÓ LA PLATA

 


Con esa frase Cristina Fernández de Kirchner se excusó en Rosario durante el acto por el bicentenario de la creación de la enseña patria por la falta de inversiones en el sistema de transportes del país, una de cuyas consecuencias fue el terrible accidente del pasado 22 de febrero, que dejó un saldo de 51 muertos y cientos de heridos.

La presidenta tiene razón. Las arcas del Estado están vacías, debido al desmanejo, el despilfarro y los negociados de un gobierno “nacional y popular” que ha alcanzado índices de corrupción nunca vistos en la historia nacional. 

Así, con la misma desfachatez con la que presentan proyectos descabellados, roncan en sus bancas, o abandonan el recinto para no dar quórum –por citar solamente algún que otro accionar típico−, nuestros “representantes” en el Congreso decidieron en diciembre pasado duplicarse sus suculentas dietas (ahora cobran 35 mil pesos más todos los extras), tema en el que no solamente no hubo debate, sino tampoco oposición.

Los miembros del poder ejecutivo nacional, a su vez, no se quedan atrás, aunque en este caso la cosa empeora un poco más, ya que es casi imposible saber con qué frecuencia y en qué porcentaje tanto los ministros como la presidenta incrementan sus salarios, que rondan los 45 mil pesos y que luego falsean alegremente en las respectivas declaraciones juradas.

Si tenemos en cuenta, además, que los jueces constituyen un caso aparte de autoaumento de ingresos (60 mil pesos de bolsillo, aproximadamente), generalmente a través de las famosas “acordadas”, los argentinos debemos reconocer que hemos diseñado un sistema “democrático” con graves fallas y contradicciones internas, que carece de organismos de contralor de la función y del erario públicos y que deja a los ciudadanos de a pie, los que estamos en el llano, absolutamente impedidos de evitar la desmesura y la injusticia.

Mientras Cristina Fernández se despacha diariamente desde un atril con loas a la gestión kirchnerista (desde 2003) como la que más logros ha obtenido en materia de “distribución de la riqueza” y de “justicia social”, lo cierto es que pocas veces en la historia nacional se ha verificado la distancia sideral que hoy separa a los ingresos de un argentino promedio con los de los funcionarios en los distintos estamentos de los poderes del Estado. Debemos recordar a los compatriotas que la gestión K está por cumplir 9 años, ya que Néstor no asumió el 10 de diciembre sino el 25 de mayo de 2003.

De la misma manera, la primera magistrada ha concedido cifras varias veces millonarias al “fútbol para todos”, “automovilismo para todos”, estatización de aerolíneas, agencia oficial de noticias, incontrolada cantidad de subsidios a gremios y empresas, y a La Cámpora, la organización de poder que lidera su hijo Máximo y en la que un grupo de jóvenes treintañeros, con sueldos que rondan los 80 mil pesos, se ocupan de diseñar las actuales “políticas de Estado”. Estos son solamente algunos ejemplos.

Por eso hay que reconocer que la presidenta tiene razón cuando veta el 82% móvil para los jubilados o cuando les concede un 17% de aumento en varias cuotas al básico de $ 1.600, o cuando niega incrementos salariales a docentes, trabajadores de la salud, militares, policías y fuerzas de seguridad: el erario público está exhausto y ya no hay ni una moneda para repartir ni con las disparatadas ideas del Nobel de economía (el secretario de comercio Guillermo Moreno) o las absurdas “recomendaciones” de la ministra de industria Débora Giorgi.

Si a ello le sumamos las cotidianas dádivas y premios a los felpudos políticos y arreados a los actos del gobierno, los tan distintos como oscuros “planes sociales” y los gastos de “caja chica”, debemos admitir que por una vez en su gestión Fernández de Kirchner ha sido sincera: el país está fundido y no hay un centavo para invertir en las necesidades reales y vitales para los argentinos: energía, transporte, salud, educación y vivienda.

Gracias, señora presidenta, por hablarnos con la verdad. Seguramente los deudos de las víctimas del accidente ferroviario, así como el resto de los argentinos, apreciarán su gesto.

© Raquel E. Consigli y Horacio Martínez Paz