26 oct 2011

 
 
 
ATRASANDO EL RELOJ DE LA HISTORIA

En el período que transcurre entre el Congreso de Tucumán y la batalla de Caseros, una de las figuras que sobresalen en la historia argentina es, sin dudas, la de Juan Manuel de Rosas. Habiendo consolidado un cierto prestigio como estanciero y militar, en 1829 la Legislatura de la provincia de Buenos Aires lo nombra gobernador, confiriéndole el título de “Restaurador de las Leyes” y las facultades extraordinarias, que conserva hasta el fin de su mandato en 1832.

Luego de un lapso en el que se ocupa en perseguir a los indios y recuperar grandes extensiones de tierras que luego son repartidas entre parientes, amigos y colaboradores, en 1835, aumentada aún más su influencia entre la población urbana y rural, Rosas vuelve a asumir la gobernación de la provincia más poderosa, aunque esta vez lo hace, no solamente con facultades extraordinarias, sino con la suma del poder público.

Durante los 17 años en que se prolonga su segundo gobierno, no hubo en el país ninguna autoridad por sobre la suya. Con todo el poder político (hasta el de las relaciones exteriores) y económico del territorio (en particular la aduana de Buenos Aires) en sus manos, Rosas se dedicó a construir un régimen despótico, en el que se persiguió implacablemente a la oposición y a la prensa no adicta, y se asfixiaron las libertades individuales, imponiéndose el culto irrestricto a su persona.

Destronado por Urquiza en Caseros (1852), Rosas huye a Inglaterra donde pasa los últimos 25 años de su vida. El país, mientras tanto, retoma el camino de su organización y convoca al Congreso Constituyente de Santa Fe, que nos lega en 1853 nuestra Ley Fundamental.

A fin de subsanar los errores del pasado y para evitar que se repitieran en el futuro, los diputados provinciales redactan el sabio artículo 29, que ha sobrevivido intacto hasta nuestros días, a pesar de los sucesivos cambios que ha experimentado la Constitución Nacional. En él se establece que ni el Congreso nacional ni las Legislaturas provinciales podrán conferir a ciudadano alguno facultades extraordinarias o la suma del poder público, so pena de ser considerados “infames traidores a la Patria”.

Además, para impedir los males derivados de la eternización en el poder, los constituyentes de 1853 determinaron que “el presidente y vicepresidente duran en sus empleos el término de seis años; y no pueden ser reelegidos sino con intervalo de un período”, recordando de esta forma, además, la calidad de las funciones que desempeñan los miembros del Ejecutivo.

Los preceptos constitucionales no se respetaron, pues el siglo XX ha sido testigo de varias instancias en que la Ley Fundamental del país ha sido modificada y hasta violada. La gestión kirchnerista no ha sido la excepción, ya que en 2008 el Congreso de la Nación otorgó a la primera mandataria facultades especiales que le fueron renovadas al año siguiente, entre ellas las de instituir derechos de exportación, facultad privativa del poder legislativo.

Sin embargo, lo más llamativo de esta regresión histórica es que el pasado 23 de octubre ha sido la propia ciudadanía la que, a través de las urnas, ha conferido a Cristina Fernández la suma del poder público.

Este atrasar más de un siglo y medio el reloj de la historia –aunque ahora se realice con visos de “legitimidad”– es tan peligroso como desconocer una y otra vez el artículo 16 de nuestra Carta Magna, que dispone que la idoneidad es el único requisito para ocupar cargos públicos.

Esta norma no parece regir para los ministros del gabinete nacional y mucho menos para el vicepresidente electo, Amado Boudou, que, a todas luces, ha sido seleccionado para que por los próximos cuatro años el ilimitado poder de la presidente no sufra recortes de ningún tipo –especialmente en el Congreso–, como sucedió en el pasado durante el mandato de Julio Cobos.

© Raquel E. Consigli y Horacio Martínez Paz

15 oct 2011

LO QUE NOS ESPERA DESPUÉS DEL 23/10



 
TE DARÉ GUSTO, NECIO

Los que tenemos cierta edad recordamos las famosas "revistas mexicanas" de historietas, con las que nos hemos divertido en la adolescencia. El lenguaje en ellas era el de los latinos del norte, del que queremos rescatar la frase que titula nuestro artículo. El Pato Donald se enfrentaba con un grandote, a quien desafiaba con un "pégame, pégame", y el rival le contestaba con esa frase: “te daré gusto, necio”. Seguidamente, el Pato Donald recibía una tremenda paliza, como consecuencia de su infortunado desafío.

Ahora aplicamos esta frase a todos los que votarán el 23 de octubre por Cristina Fernández, que, según las encuestas elaboradas a lo alto y lo ancho del país, son más de la mitad de los argentinos. Es decir, que unos 10 millones de compatriotas elegirán a una mujer que no recorre el país para interesarse por sus gobernados, que no se reúne con su gabinete para evaluar la marcha de sus “políticas de estado”, que no acepta debatir con nadie, que no da conferencias de prensa y que comienza  habitualmente sus “actividades” recién después de las 16 horas, ya que lleva mucho tiempo probarse el o los vestidos del día, los zapatos al tono, el maquillaje, y, sobre todo, estudiar los parlamentos plagados de cifras falsas, acordes a la inauguración correspondiente.

Como contrapartida, otras mujeres líderes en el mundo como Ángela Merkel, Dilma Rousseff o Hillary Clinton empiezan sus apretadas agendas nomás salir el sol y no se desentienden de sus obligaciones hasta no cumplir con el último de sus asuntos protocolares. De ninguna de ellas se tienen noticias de viajes por asuntos de “shopping” o vanidades personales, como comprar zapatos y probárselos en la suite de un hotel parisino, siendo notoria la sobriedad de sus atuendos, que incluso no tienen problema en repetir. En lo que hace a la corrupción, Dilma ha pedido la renuncia sin más trámites a todos los funcionarios de su gabinete sospechados de mala conducta. Ángela, doctora en física nuclear, ha asumido el salvataje de la economía europea, lo que no le deja un minuto para sus afeites personales. Por su parte, Hillary, secretaria de estado norteamericana, una brillante abogada (con título), debe atender la marcha de la política internacional del país más importante del mundo, con todo lo que ello implica: largos y frecuentes viajes a los más apartados rincones del mundo, agotadoras reuniones de negocios, discursos, agasajos.

Estas tres mujeres, que no se lamentan cotidianamente por el sexo con el que nacieron, que sacrificaron o sufrieron la adversidad en su vida conyugal y que perdieron a sus parejas en situaciones sumamente incómodas, no se comparan en absoluto con la presidente argentina, arquetipo de la bobería, la frivolidad y, porqué negarlo, la incapacidad.

Desde que asumió la presidencia en diciembre de 2007, Cristina Fernández se ha dedicado a profundizar la dádiva y la vagancia de ciertos sectores sociales, acostumbrados a ambas cosas desde que estas tendencias aparecieran en el país a mediados de 1940, pero aceleradas vertiginosamente a partir de 2003, cuando su extinto marido asumió la primera magistratura. El calendario de feriados nacionales se alarga cada vez más, acortando los días lectivos y entorpeciendo la actividad privada.

Además de su comentada bipolaridad y sus frecuentes bajas de tensión que la alejan de la agenda oficial, la presidenta argentina no manifiesta ninguna “contracción al trabajo”. Por el contrario, desde el fallecimiento de su marido en octubre del año pasado, Cristina mantiene un riguroso y obsoleto luto, y está dispuesta a suspender sus compromisos ante cualquier nimiedad, lo que debería ser tenido en cuenta por el electorado que espera de ella “la profundización del modelo”, aunque nadie sabe a ciencia cierta en qué consiste el modelo ni tampoco cómo se profundiza.

© Raquel E. Consigli y Horacio Martínez Paz

3 oct 2011

ESTA TARDE POR RADIO CULTURA DE BUENOS AIRES

PUNTO DE ENCUENTRO

 


Esta tarde, como todos los lunes, entre las 18 y las 19 hs.
por Radio Cultura,
en el programa Enfoques Positivos de Carlos Cabana Cal, 
nuestro micro Punto de Encuentro,
con las reflexiones de la semana.