15 oct 2011

LO QUE NOS ESPERA DESPUÉS DEL 23/10



 
TE DARÉ GUSTO, NECIO

Los que tenemos cierta edad recordamos las famosas "revistas mexicanas" de historietas, con las que nos hemos divertido en la adolescencia. El lenguaje en ellas era el de los latinos del norte, del que queremos rescatar la frase que titula nuestro artículo. El Pato Donald se enfrentaba con un grandote, a quien desafiaba con un "pégame, pégame", y el rival le contestaba con esa frase: “te daré gusto, necio”. Seguidamente, el Pato Donald recibía una tremenda paliza, como consecuencia de su infortunado desafío.

Ahora aplicamos esta frase a todos los que votarán el 23 de octubre por Cristina Fernández, que, según las encuestas elaboradas a lo alto y lo ancho del país, son más de la mitad de los argentinos. Es decir, que unos 10 millones de compatriotas elegirán a una mujer que no recorre el país para interesarse por sus gobernados, que no se reúne con su gabinete para evaluar la marcha de sus “políticas de estado”, que no acepta debatir con nadie, que no da conferencias de prensa y que comienza  habitualmente sus “actividades” recién después de las 16 horas, ya que lleva mucho tiempo probarse el o los vestidos del día, los zapatos al tono, el maquillaje, y, sobre todo, estudiar los parlamentos plagados de cifras falsas, acordes a la inauguración correspondiente.

Como contrapartida, otras mujeres líderes en el mundo como Ángela Merkel, Dilma Rousseff o Hillary Clinton empiezan sus apretadas agendas nomás salir el sol y no se desentienden de sus obligaciones hasta no cumplir con el último de sus asuntos protocolares. De ninguna de ellas se tienen noticias de viajes por asuntos de “shopping” o vanidades personales, como comprar zapatos y probárselos en la suite de un hotel parisino, siendo notoria la sobriedad de sus atuendos, que incluso no tienen problema en repetir. En lo que hace a la corrupción, Dilma ha pedido la renuncia sin más trámites a todos los funcionarios de su gabinete sospechados de mala conducta. Ángela, doctora en física nuclear, ha asumido el salvataje de la economía europea, lo que no le deja un minuto para sus afeites personales. Por su parte, Hillary, secretaria de estado norteamericana, una brillante abogada (con título), debe atender la marcha de la política internacional del país más importante del mundo, con todo lo que ello implica: largos y frecuentes viajes a los más apartados rincones del mundo, agotadoras reuniones de negocios, discursos, agasajos.

Estas tres mujeres, que no se lamentan cotidianamente por el sexo con el que nacieron, que sacrificaron o sufrieron la adversidad en su vida conyugal y que perdieron a sus parejas en situaciones sumamente incómodas, no se comparan en absoluto con la presidente argentina, arquetipo de la bobería, la frivolidad y, porqué negarlo, la incapacidad.

Desde que asumió la presidencia en diciembre de 2007, Cristina Fernández se ha dedicado a profundizar la dádiva y la vagancia de ciertos sectores sociales, acostumbrados a ambas cosas desde que estas tendencias aparecieran en el país a mediados de 1940, pero aceleradas vertiginosamente a partir de 2003, cuando su extinto marido asumió la primera magistratura. El calendario de feriados nacionales se alarga cada vez más, acortando los días lectivos y entorpeciendo la actividad privada.

Además de su comentada bipolaridad y sus frecuentes bajas de tensión que la alejan de la agenda oficial, la presidenta argentina no manifiesta ninguna “contracción al trabajo”. Por el contrario, desde el fallecimiento de su marido en octubre del año pasado, Cristina mantiene un riguroso y obsoleto luto, y está dispuesta a suspender sus compromisos ante cualquier nimiedad, lo que debería ser tenido en cuenta por el electorado que espera de ella “la profundización del modelo”, aunque nadie sabe a ciencia cierta en qué consiste el modelo ni tampoco cómo se profundiza.

© Raquel E. Consigli y Horacio Martínez Paz