21 feb 2011

UN ELEFANTE EN UN BAZAR

UN ELEFANTE EN UN BAZAR

Hace casi medio siglo se fundó en Buenos Aires el Instituto de Servicio Exterior de la Nación (ISEN), cuya función es formar y capacitar a los diplomáticos argentinos para cumplir la delicada tarea de representar al país en el exterior. Ellos le llaman "la escuelita" y para ingresar es obligatorio un título universitario y dos idiomas. Los cursos del instituto duran dos años. De allí egresan con el "grado" de agregados, y como tales se deben desempeñar dos años más en Buenos Aires. Finalizado ese período pueden salir al exterior con el nivel de secretarios (¿de tercera?). En definitiva, profesionales universitarios que tuvieron cuatro años de instrucción para pretender su primera salida al exterior.

Como en otras partes, no todos los embajadores argentinos son de carrera. La ley de servicio exterior contempla en su artículo 5 la posibilidad de nombrar embajadores políticos con un límite en el número, aunque nadie ha abusado más de ese artículo que este gobierno. Tanto el canciller como aquellos embajadores destinados a ciertas capitales del mundo, son generalmente designados directamente por el poder ejecutivo nacional, sin haber pisado el Isen, ya que se trata en su mayoría de “premios” o “favores” por ciertos servicios prestados.

En los últimos años, los diplomáticos argentinos han dejado mucho que desear. Jorge Taiana, ex canciller, fue un militante montonero acusado de haber puesto una bomba en un bar, hecho en el que murieron dos personas.

Carlos Bettini, ex embajador en España, revistó también en la organización montoneros con el nombre de guerra “soldado Emilio”, matando por la espalda al capitán Jorge Bigliardi, que era su amigo y estaba armado con unas cajas de ravioles y un pequeño hijo de la mano.

El ex embajador menemista ante la Santa Sede y actual senador por el partido de Silvio Berlusconi, Esteban Caselli, ha sido acusado recientemente de haber adulterado boletas para acceder a su banca en la cámara alta italiana. La justicia de ese país lo investiga por presunto fraude electoral.

Tal vez el caso más resonante de los últimos meses ha sido la “embajada paralela” en Venezuela, denunciada por el ex embajador -de carrera- Eduardo Sadous. Según el diplomático, el ministro de planificación argentino Julio De Vido capitaneaba las relaciones directas con el gobierno de Caracas, en las que imperaba el pago de altas coimas para comerciar con el país caribeño.

Durante la presidencia de Néstor Kirchner, la embajada argentina en México fue ocupada por Jorge Yoma, ex cuñado de Carlos Menem, quien no dejó un recuerdo afortunado de su paso por esa sede. A Yoma le sucedió Patricia Vaca Narvaja, actual embajadora en la capital azteca, a quien se la premió por su esforzada labor, en diversos ámbitos, en beneficio del matrimonio Kirchner.

Sin embargo, el que se lleva todos los aplausos es el actual titular del Palacio San Martín, Héctor Timerman. Fanático de los nuevos sistemas de comunicación, el canciller pasa parte de sus días comunicándose con su audiencia virtual vía “twitter”, mientras desafía, cual espadachín de película, a quien ose cuestionar su forma de entender las relaciones exteriores. Las torpezas del canciller, que se mueve como un elefante en un bazar, han sido objeto de frecuentes artículos periodísticos en medios nacionales y extranjeros. El caso del avión de la Fuerza Aérea de Estados Unidos –que hoy es objeto de cierta preocupación para el país del norte- es sólo uno de ellos.

Mientras Brasil, Chile y Uruguay se preparan para el futuro, habiendo comprendido lo que son las relaciones con los demás países del orbe, Argentina se encierra en su “dorado aislamiento”, en una posición intolerante y anacrónica, con decenas de elefantes (con perdón de los animales) tratando asuntos de extrema delicadeza, lo que revela el desconocimiento y la impronta egoísta y malintencionada de la gestión K que, irremediablemente, resultarán nefastos para la inconsulta ciudadanía argentina.

Raquel E. Consigli
Horacio Martínez Paz

15 feb 2011

PRESIDENTE DE LA MATANZA

PRESIDENTE DE LA MATANZA

Los candidatos a presidente de la Argentina –y también a gobernador de la provincia de Buenos Aires- tienen desde hace unos años una idea fija: asegurarse el distrito de La Matanza.

Ubicado en el conurbano bonaerense, La Matanza se ha constituido en el partido más extenso y más poblado de la provincia de Buenos Aires. Según el propio sitio web, tiene una extensión de 325 kilómetros cuadrados y una población que supera el millón y medio de habitantes. Aunque increíblemente ningún censo ha podido establecer con certeza ese dato, es suficiente para que pueda competir por la segunda ciudad del país con Córdoba y Rosario.

Su importancia radica en el hecho de que este municipio es el que define las elecciones presidenciales. De esta forma, quienes aspiran a la primera magistratura del país, pero también quienes ya están en el poder, se desviven por ganarse el favor de los matanceros, una inmensa población de asalariados –muchos desocupados-, habitantes de comunidades con precaria infraestructura urbana, escasos y deficientes servicios y altos índices de inseguridad.

Políticos de toda laya coquetean permanentemente con los habitantes de este municipio, a quienes hacen objeto de sus dádivas (electrodomésticos, planes sociales, y todo tipo de prebendas y privilegios) a cambio de obtener sus favores en los años electorales y su presencia en los actos políticos.

Cuando un ciudadano argentino asume el cargo y jura ser el presidente “de todos los argentinos”, lo que está queriendo decir en realidad es que su prioridad será la de tener contentos a los habitantes de este distrito electoral; si hay tiempo y recursos sobrantes serán destinados al resto de los argentinos. El presidente argentino es, en realidad y en primer lugar, el presidente de La Matanza.

Esto explica por qué no hay niños muertos por desnutrición en La Matanza y en cambio sí los hay en Chaco o Jujuy. El mercado central, donde se aplican las políticas económicas de las administraciones de turno, y muy especialmente de la gestión K, está situado en La Matanza y a miles de kilómetros del resto de los argentinos necesitados, ya que los pobres de las provincias son irrelevantes a los fines proselitistas.

Desde el retorno a la democracia en 1983, los sucesivos presidentes argentinos se han dedicado a favorecer a sus provincias de origen (La Rioja, Santa Cruz) o bien al distrito que les ha asegurado el triunfo y la consecuente “estabilidad” de sus gestiones: La Matanza.

La génesis de esta situación debemos buscarla en la reforma constitucional de 1994, perpetrada entre Raúl Alfonsín y Carlos Menem. La sabia Constitución de 1853/60 ordenaba una elección indirecta, con lo cual un voto de La Matanza tenía el mismo valor que uno de Formosa. Hoy el conurbano bonaerense decide quién gobernara a los argentinos, desde la Quiaca hasta Ushuaia.

En este año electoral, es conveniente recordarles a los candidatos a presidente que nuestra Carta Magna establece para la Argentina la forma de gobierno republicana representativa y federal, y que los provincianos estamos esperando que el Federalismo deje de ser una utópica declamación de atril y se convierta, de una vez y para siempre, en la realidad en la que todos los argentinos queremos vivir.

Raquel E. Consigli
Horacio Martínez Paz

10 feb 2011

LA VERDAD DE LA MILANESA

LA VERDAD DE LA MILANESA

Ya no fue el inefable motoquero ministro de economía, sino la mismísima presidente de la Nación quien, inaugurando alguna cosa por segunda o tercera vez, no importa, declaró que no hay inflación en Argentina. Recurrió al mismo eufemismo que el ministro diciendo que hay “dispersión de precios”. Por supuesto que la culpa de esta “dispersión” la tienen los industriales, los comerciantes y hasta el carrero que pasa cartoneando por aquí, pero jamás el gobierno.

En el mismo atril, como acostumbra, hizo un anuncio "explosivo": “la milanesa para todos”.
Eso sí, hay que llegarse hasta el mercado central, en el partido de La Matanza en la provincia de Buenos Aires, como hace Mercedes Marcó del Pont, presidente del Banco Central y amiga del ministro Boudou, que allí consigue paltas a un peso, alimento esencial en la dieta de los argentinos. La "milanesa social" estará desde el sábado a 21 pesos el kilo, milagro K, ya que el kilo de los distintos cortes aptos para rebozar, bola de lomo y cuadrada, supera los 40 pesos en cualquier carnicería del país. ¿No serán milanesas de osobuco?

Lamentablemente, los seis niños salteños que murieron por desnutrición en los últimos días no llegaron a aprovechar semejante regalo, aunque, inexplicablemente, tampoco aprovecharon el kilo de merluza a 12 pesos que rige desde hace tiempo, con lo que hubieran salvado la vida y el honor de la gestión K, y que se suma al fútbol para todos, a la televisión para todos, y a los cacareados “planes canje”, ya sea de electrodomésticos, de zapatillas o de bicicletas... que duraron un suspiro y alcanzaron solamente a unos pocos privilegiados.

Cristina Fernández padece de una seria enfermedad: hacer cotidianos anuncios rimbombantes, que quedan ahí nomás en la nada. Tal el caso de Tartagal. Un alud la destruyó hace unos años, mientras ella se encontraba de viaje en el exterior. Fue la primera y única vez que vimos a la primera magistrada meter los pies en el barro y dejar que la lluvia le arruinara el peinado. En ese momento prometió un colosal plan de viviendas -600 si no recordamos mal-, de las cuales sólo se concretaron diez. Del dinero supuestamente enviado por la Nación para tal fin, ni noticias.

La verdad de la milanesa es que en “el granero del mundo” que ya no puede ser visto como “el país de las vacas” (por expreso pedido de CFK a los jeques árabes, y gracias a las erradas políticas de su gestión para el sector agropecuario), los argentinos hacemos malabarismos para alimentarnos día a día y no morir en el intento.

La verdad de la milanesa es que los argentinos tenemos que estirar tanto nuestros magros ingresos, que muy probablemente terminemos comiendo milanesas de soja o de alfalfa, aunque nunca hayamos imaginado que podíamos incluir estos “manjares” en nuestra dieta cotidiana.

Lo que no nos ha dicho la presidenta es cómo hacemos los millones de compatriotas que no vivimos en Buenos Aires para acceder a los increíbles precios del mercado central ubicado en La Matanza. Esperamos que en los próximos días anuncie el “boleto social” en el tren bala, a fin de aprovechar las maravillosas ofertas para esta vida de ensueño que experimentamos hoy y la que nos aguarda si resulta reelecta.

Raquel E. Consigli
Horacio Martínez Paz

2 feb 2011

LA GRAN DIFERENCIA

LA GRAN DIFERENCIA

Más allá de su moderación en maquillaje, vestido y actitudes, la flamante presidente de Brasil, Dilma Rousseff, marca con Cristina Fernández un notable contraste: poco atril, mucha decisión y mucha más acción.

Despojada de mohines teatrales y cualquier atisbo de soberbia, Rousseff ha dejado en claro desde su discurso al asumir la presidencia que su mayor preocupación como gobernante es terminar con la miseria de su país e intentar sacar de la extrema pobreza a quince millones de compatriotas, pero, al mismo tiempo, evitar que los que ya salieron de ella durante la gestión de su predecesor vuelvan a caer.

Sólo este hecho establece la gran diferencia con el populista partido gobernante en Argentina, cuya razón de ser son, precisamente, los pobres. Si los pobres se terminan, se termina el peronismo, lo que explica las políticas sociales basadas en la distribución -no en la producción- llevadas a cabo en los siete años de la gestión kirchnerista.

Avalando las políticas interna y externa de Lula da Silva pero empeñada en imprimirles su propio sello, Dilma ha redoblado la apuesta por la industrialización, el desarrollo y el autoabastecimiento energético de su país, puntos claves para atraer inversiones y generar trabajo.

Como contrapartida, en Argentina el ministro más poderoso y hombre fuerte de la administración kirchnerista, Julio De Vido, a cargo de la Secretaría de Planificación, es un funcionario “de atril”, con mucho para ocultar (embajada paralela en Venezuela, desabastecimiento y desinversión energéticos, negociados varios) y casi nada para exhibir. El área de transportes es tal vez uno de los temas más escandalosos de su gestión.

De la misma manera, el ministerio de economía argentino está a cargo de un funcionario inepto, que haría mejor en dedicarse a la música o a conducir su motocicleta importada de alta cilindrada mientras seduce jovencitas, ya que de eso parece conocer más que de los datos falsos del Indec, de la creciente inflación que nos azota o del desmanejo del Banco Central, por no nombrar las cuestiones más elementales de las ciencias económicas, que parece desconocer totalmente.

La imagen de Dilma se acerca más a la de la ex presidente chilena Michelle Bachelet, ya que estas dos mujeres no solamente jamás se han pronunciado por la cuestión “de género” como una política de estado, sino que, a pesar de haber sufrido en carne propia los duros avatares de los turbulentos años 70, no han tenido intenciones de hacer un uso político de los derechos humanos, el único logro que parece atribuirse la presidenta argentina.

Rousseff, como Bachelet en Chile, parece dispuesta a demostrar que Brasil es un país en serio, sin necesidad de cacarearlo a los cuatros vientos como eslogan de gestión. Dilma se muestra además preocupada por la suerte de sus conciudadanos y con el compromiso asumido de transformar a su país en el líder de la región, respetado por sus importantes avances en todos los campos, político, económico, diplomático, social.

Ésa es, sin duda, la gran diferencia.

Raquel E. Consigli
Horacio Martínez Paz