El país fracturado
La fecha patria del 25 de mayo de 2008 encontró a los argentinos divididos. Dos actos, dos bandos. Este resultado se debe al tesón de los aprendices de Machiavelo, el matrimonio presidencial, quienes malversaron la recordación del primer gobierno patrio intentando pulsear con el campo, ahora el enemigo público número uno por no arrodillarse ante sus caprichos.
Desde Salta, un paupérrimo auditorio de pobres arriados en camiones jaula aplaudía a la presidente entre pancartas facciosas y la clásica matonería de sus incondicionales, que provocaron disturbios y heridos mientras se disputaban los lugares de privilegio en los alrededores del palco.
Desde Rosario, una multitud pocas veces vista se reunía espontáneamente para aplaudir a sus líderes naturales, tanto de izquierda como de derecha, bajo una sola divisa: la bandera nacional celeste y blanca.
El país fracturado. La Argentina de la dádiva, la corrupción y el acomodo, frente a la Argentina Grande, la que trabaja y produce poniendo todos los días el hombro para brindar progreso y bienestar a sus habitantes.
La primera Argentina es la que nos ha hecho perder el espacio internacional que nos habíamos ganado gracias a la segunda. La primera Argentina, el país K, es el que vive desconociendo la Constitución a costa de quienes integran la Argentina Grande, generosa, que sólo está pidiendo que se respeten los derechos reconocidos por nuestra carta magna a todos los ciudadanos.
La Argentina del pasado, la del atraso, la reconcorosa, la resentida, se enfrentó cara a cara con la del presente, moderna, progresista, mansa y conciliadora, que anhela respirar el aire de la libertad para poder producir y repartir, pero honradamente, no despojando a unos para dar a otros.