15 dic 2006

Carta publicada en Alfa y Omega el 15 de diciembre de 2006.


Me dejé robar la cartera

Cada vez que oigo hablar de derechos humanos me pongo a la defensiva. Ya sé que es un problema. Podría ir a un psicólogo, pero
sospecho que me recetaría una fuerte dosis de tolerancia que sólo serviría para aumentar mi confusión. Mejor me ahorro el
dinero y escribo mil veces en la pizarra: Soy un intolerante.
Yo solito sé diagnosticarme: he caído en la trampa. Los seguidores de Gramsci supieron ver que el futuro de su anhelada revolución
no está en las fábricas, sino en la cultura. Se han apropiado del lenguaje. Ycon gran éxito de público y crítica de la intelectualidad. En
la ONU se debate sobre la conveniencia de incluir el aborto en la familia de los derechos humanos, con el apoyo de organizaciones que,
en el pasado, se destacaron por su lucha activa en este terreno. Pero poco puede sorprendernos ya por estos lares: hemos visto a un etarra
en la Comisión de Derechos Humanos del Parlamento autonómico vasco. Porque el lenguaje de ETA-Batasuna no es sólo de odio
al español. Lo que vende es su condición de víctima, sus derechos humanos pisoteados. ¿Y cuela? Lo grave es que sí. Por eso deduzco
que no soy el único que se dejó robar la cartera. Millones de personas hemos tenido que dar antes por válido que se llame al aborto interrupción
del embarazo; buena muerte al suicidio o al asesinato de quien estorba; izquierda patriótica al terrorismo…
Lamento informar de que nos caben sólo dos opciones: o empezamos a llamar a las cosas por su nombre, o nos convertimos en
las caricaturas a las que algunos intentan reducirnos. Transigir con lo que no es negociable no nos hará tolerantes; nos convertirá en
unos fascistas más dispuestos a imponer su verdad. Bajo la égida del relativismo, todo se reduce a quién defiende sus ideas con más
fuerzas. Habremos dejado de creer en una verdad que no nos necesita, sino que nos abre a una vida plena. Hay cosas imposibles de
robar. Como mucho se les cambia el nombre. Si lo olvidamos, estamos perdidos. Porque eso es también transigir.

Ricardo Benjumea
redactorjefe@plan