PRESIDENTE DE LA MATANZA
Los candidatos a presidente de la Argentina –y también a gobernador de la provincia de Buenos Aires- tienen desde hace unos años una idea fija: asegurarse el distrito de La Matanza.
Ubicado en el conurbano bonaerense, La Matanza se ha constituido en el partido más extenso y más poblado de la provincia de Buenos Aires. Según el propio sitio web, tiene una extensión de 325 kilómetros cuadrados y una población que supera el millón y medio de habitantes. Aunque increíblemente ningún censo ha podido establecer con certeza ese dato, es suficiente para que pueda competir por la segunda ciudad del país con Córdoba y Rosario.
Su importancia radica en el hecho de que este municipio es el que define las elecciones presidenciales. De esta forma, quienes aspiran a la primera magistratura del país, pero también quienes ya están en el poder, se desviven por ganarse el favor de los matanceros, una inmensa población de asalariados –muchos desocupados-, habitantes de comunidades con precaria infraestructura urbana, escasos y deficientes servicios y altos índices de inseguridad.
Políticos de toda laya coquetean permanentemente con los habitantes de este municipio, a quienes hacen objeto de sus dádivas (electrodomésticos, planes sociales, y todo tipo de prebendas y privilegios) a cambio de obtener sus favores en los años electorales y su presencia en los actos políticos.
Cuando un ciudadano argentino asume el cargo y jura ser el presidente “de todos los argentinos”, lo que está queriendo decir en realidad es que su prioridad será la de tener contentos a los habitantes de este distrito electoral; si hay tiempo y recursos sobrantes serán destinados al resto de los argentinos. El presidente argentino es, en realidad y en primer lugar, el presidente de La Matanza.
Esto explica por qué no hay niños muertos por desnutrición en La Matanza y en cambio sí los hay en Chaco o Jujuy. El mercado central, donde se aplican las políticas económicas de las administraciones de turno, y muy especialmente de la gestión K, está situado en La Matanza y a miles de kilómetros del resto de los argentinos necesitados, ya que los pobres de las provincias son irrelevantes a los fines proselitistas.
Desde el retorno a la democracia en 1983, los sucesivos presidentes argentinos se han dedicado a favorecer a sus provincias de origen (La Rioja, Santa Cruz) o bien al distrito que les ha asegurado el triunfo y la consecuente “estabilidad” de sus gestiones: La Matanza.
La génesis de esta situación debemos buscarla en la reforma constitucional de 1994, perpetrada entre Raúl Alfonsín y Carlos Menem. La sabia Constitución de 1853/60 ordenaba una elección indirecta, con lo cual un voto de La Matanza tenía el mismo valor que uno de Formosa. Hoy el conurbano bonaerense decide quién gobernara a los argentinos, desde la Quiaca hasta Ushuaia.
En este año electoral, es conveniente recordarles a los candidatos a presidente que nuestra Carta Magna establece para la Argentina la forma de gobierno republicana representativa y federal, y que los provincianos estamos esperando que el Federalismo deje de ser una utópica declamación de atril y se convierta, de una vez y para siempre, en la realidad en la que todos los argentinos queremos vivir.
Raquel E. Consigli
Horacio Martínez Paz
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