25 abr 2011

LAS LECCIONES DE LA HISTORIA

LAS LECCIONES DE LA HISTORIA

Cuando una figura pública se va de este mundo, todos, incluso sus adversarios en caso de ser un político, descubren su aureola de santidad. Pero si ese político se va antes de la que hubiera sido “su hora”, deviene en una especie de “mártir” al que se le rinden múltiples homenajes, muchos de los cuales consisten en bautizar o rebautizar con su nombre alguna calle, monumento o construcción.

Esto es así porque el imaginario colectivo, al no poder evaluar en toda su extensión la trayectoria del individuo desaparecido, extiende un manto de piedad sobre su vida y da por sentado que hubiera sido una persona ejemplar, comenzando entonces un proceso de “canonización” del prematuro finado.

En Argentina tenemos casos diversos que van desde personajes bailanteros (Gilda, Rodrigo) o “históricos” (la difunta Correa), hasta el mayor mito en el ámbito artístico: Carlos Gardel, por citar sólo algunos.

La inesperada muerte de Néstor Kirchner en octubre pasado lo ha transformado en una especie de mártir político al que se le deben rendir todos los honores, aunque su vida pública y privada dejó incontables dudas sobre sus méritos personales en ambos campos.

Sin embargo, desde hace seis meses no pasa un día en que alguna comuna, provincia o distrito del país bautice o rebautice con el nombre del ex presidente un rincón local (avenida, monumento, dique, cine), tal vez para no ser considerados menos “devotos” del muerto y de esta manera perder presencia o prebendas mientras gobierne su viuda. A esto debemos agregar el faraónico mausoleo que Cristina Fernández le está levantando en Río Gallegos, a fin de que su memoria compita en igualdad de condiciones con la de otros personajes de la historia universal.

En forma concomitante, desde que Argentina arribara a la democracia gracias a su “padre” Raúl Alfonsín, muchos funcionarios se han desvivido por congraciarse con el progresismo y dejar su impronta en ese sentido. Recordemos los innumerables cambios de denominaciones de calles que se han producido desde 1983 a la fecha, en particular las que rendían homenaje a algún militar “no deseado”.

Mientras la ministra Garré ha puesto su granito de arena en ese sentido en los ámbitos policial y castrense a nivel nacional, en Córdoba, el teniente general Pablo Ricchieri (1859-1936), el modernizador del ejército y creador del servicio militar obligatorio (“la colimba”) fue degradado a civil, al punto que la arteria que lo recuerda ha perdido el grado militar. De la misma forma, se eliminaron en la Docta las calles que recordaban a la Revolución Libertadora que se enfrentó al déspota y lo venció en 1955, como así también a todos aquellos que estuvieron implicados en aquella gesta heroica: Eduardo Lonardi, Pedro Aramburu y un largo etcétera.

En 2003, al comenzar su gestión, Néstor Kirchner ordenó al entonces comandante en jefe del Estado Mayor del Ejército, Roberto Bendini, descolgar del Colegio Militar de la Nación los cuadros de algunos predecesores en el cargo, que no comulgaban con su ideología: Jorge Rafael Videla y Reynaldo Bignone. Para no ser menos, el entonces intendente cordobés y hoy –y como siempre- inútilmente verborrágico candidato a gobernador, Luis Juez, hizo desaparecer del palacio municipal las fotos de los intendentes “de la dictadura”.

Resulta entonces muy rebatible esa frase que puso de moda en nuestro país y en el mundo la izquierda “caviar”, y que insiste en que “a la historia la escriben los vencedores”. En Argentina, los militares derrotaron en el campo de batalla al terrorismo marxista-leninista-castrista que nos asoló por largos años, pero, una vez instalados en el gobierno gracias a la democracia, estos personajes nefastos se encargaron de re-escribir a su antojo la historia nacional.

Esto nos lleva a terminar este escrito con una anécdota sorprendente y aleccionadora. En 1948, a pocos meses de asumir como Primer Ministro de la India, el discípulo y amigo de Mohandas Gandhi, Jawaharlal Nehru, recibe la visita del embajador de la URSS.

Por aquella época, el tirano Joseph Stalin eliminaba sin piedad a la oposición política mediante confinamientos o fusilamientos (las famosas “purgas”), al punto tal que al momento de su muerte (1953) se calcula que había asesinado a unos 20 millones de compatriotas.

Al pasar por la antesala que conducía al despacho de Nehru, el diplomático ruso manifiesta su asombro al ver los retratos de todos los virreyes ingleses, que con su crueldad imperial habían marcado para siempre el destino de la India y pregunta por qué los conservaban. Con la sabiduría que sólo tienen los grandes, el indio respondió al ruso: “porque no se puede cambiar la historia descolgando los retratos de la pared”.

Sin duda, el tiempo y la historia se encargarán de poner las cosas en su lugar en Argentina y en otras latitudes y, muy especialmente, se ocuparán de ubicar en el sitio que les corresponde a los cambiadores de nombres y a los “descolgadores de cuadros”.

Raquel E. Consigli
Horacio Martínez Paz

15 abr 2011

ÚLTIMAS IMÁGENES DEL KIRCHNERISMO

ÚLTIMAS IMÁGENES DEL KIRCHNERISMO

Desde la desaparición física de Néstor Kirchner el 27 de octubre de 2010, su viuda se quedó sin libretista, lo cual se asemeja notablemente a lo que sucedió el 1 de julio de 1974, cuando María Estela Martínez de Perón, Isabelita, debió hacer frente a la pérdida de su marido y asumir la primera magistratura del país.

Si bien Isabelita era la sucesora “natural” de Juan Domingo por ser la vicepresidenta electa, lo de Cristina Fernández se le parece en muchos aspectos. En aquellos lejanos años (1974) la sociedad vivía una situación de autoritarismo, de censura a la prensa libre, de escalada inflacionaria, de involución industrial, de desabastecimiento en todos los órdenes, de asistencialismo exagerado e intromisión del estado en el ámbito privado, de inseguridad y de terrorismo, que tiene demasiadas similitudes con esta gestión peronista.

La súbita ausencia del gran mentor de la acumulación de poder ha dejado a la presidenta, como sucedió hace 36 años, sin protagonismo, disparando al mismo tiempo la competencia feroz por “la sucesión al trono”. No obstante, sin capitán a la vista, sin timonel, sin contramaestre, el país se encuentra al garete, esperando el tsunami de las próximas elecciones que tienen sumida a la población en el desconcierto.

Cristina Fernández con su ridículo luto de seis meses es la viva imagen de la Argentina de hoy: un país sin rumbo en el que un superministro mitad al sol mitad en la sombra (De Vido) disputa los espacios políticos con un supersindicalista (Moyano), tironeando a la primera magistrada alternativamente hacia un lado y el otro del poder.

La presidenta no sabe qué debe hacer ni adónde ir. Sus parlamentos desde el atril resultan patéticos y explican sus recaídas en el tema de la salud, cada vez más frecuentes. Sus arengas ante la audiencia alquilada ya no convencen, tienen mínima fuerza y se dirigen principalmente a los grupúsculos patoteros, como “la Cámpora”, una entidad con fines poco claros, supuestamente al mando de su hijo Máximo.

La dama de negro sólo sabe repetir que hay que recordarlo a "Él", para luego caer en la apología de sí misma, insistiendo en el "modelo" que debe ser "profundizado", sin que gran parte de los argentinos sepamos a ciencia cierta cuál es el modelo ni cómo se “profundiza”.

Los aspirantes a suceder a Cristina no generan la confianza necesaria, como tampoco lo hacen sus acólitos. La fuerza de unos (sindicalistas, piqueteros) desequilibra a de otros (líderes partidarios, dirigentes barriales). En un año electoral, las políticas de estado brillan por su ausencia tanto en el oficialismo como en la oposición, mientras el caos se apodera de los distintos estamentos institucionales y los dineros públicos se despilfarran en múltiples subsidios, proyectos descabellados y compra de votos.

El kirchnerismo como fuerza política se viene a pique sin remedio. De no mediar un “rescate milagroso”, dentro de poco los argentinos seremos testigos del hundimiento de este “buque invencible” –que pensaba surcar los mares locales hasta el 2020 por lo menos– y al que, seguramente, las ratas serán las primeras en abandonar.

Raquel E. Consigli
Horacio Martínez Paz

8 abr 2011

REINAUGURANDO CLOACAS

REINAUGURANDO CLOACAS


La señora presidente resolvió esta vez acariciar su ego con un atril en Córdoba. Excusa: inaugurar algunas cosas -sobre todo cloacas, en lo que es especialista-, varias de ellas a la distancia. Como siempre, con público de borregos arreados por alguna dádiva, además de la repartija de decodificadores de TV digital. Demagogia en estado puro.


En la mañana del acto, el movilero de una cadena radial local entrevistó a una mujer que había pasado la noche esperando el milagroso aparatito. Muy suelta de cuerpo la cordobesa le comentó que no venía al acto, sino que, como iban a dar solamente 300 números para los decodificadores, quería estar entre los primeros. Obviamente, no habrá recibido el dispositivo hasta después del acto, si es que lo recibió.


La obsecuencia se puso en marcha y gobernador e intendente pasaron por el besamanos, además del ex gobernador a través de teleconferencia. Curiosamente, tanto Juan Schiaretti como José Manuel De la Sota fueron abucheados por una parte importante del público reunido por los punteros K, que se despachó con una intensa silbatina.


El más entusiasta de los anfitriones ha sido el intendente Daniel Giacomino, que además declaró su amor por Néstor confesando: “me enamoré de Néstor...” (sic). Si mal no recordamos fue votado por los cordobeses en su calidad de candidato radical y antikirchrnerista, aunque en tres años y medio de gestión brilla por su ausencia en el sillón municipal.


Doña Cristina, por cierto, no pudo dejar de referirse a "Él", lagrimeando y evocando con nostalgia los años 70, al tiempo que se ventilaba con un abanico negro, a tono con su riguroso y ya ridículo luto. Tal vez el sofocón era producto del exceso de vestimenta, porque la temperatura en Córdoba era muy agradable y no justificaba la pantallita. Dijo que ella viene a unir y no a dividir, pero todo lo que dijo y dice siempre provoca divisiones.


Anunciaba dinero para Córdoba como si fuera propio y lo sacara de su cartera Louis Vuitton, pero resulta que los fondos son de Córdoba, perdidos en una perversa ley de coparticipación "federal" que habrá que revisar en una próxima administración. Exceptuando Buenos Aires, las provincias de Córdoba y Santa Fe son las que más aportan a la caja central, para que desde allí la emperatriz resuelva revolear algunas monedas, de acuerdo al grado de sumisión de los funcionarios locales.


Como es habitual en los actos oficiales, la capital mediterránea estuvo paralizada desde hora temprana con cortes de calles en el antiguo y neurálgico casco céntrico, torturando al millón y medio de los habitantes que para estudiar o trabajar necesitamos circular por la ciudad. Todo ello, para garantizar la “seguridad” de la turba, que gritaba y aplaudía blandiendo trapos multicolores con infinidad de consignas, excepto banderas argentinas, como lo mostraron los paneos de la TV pública, la única autorizada para cubrir el evento.


Finalmente, con atraso y cuando todo había pasado, el gobernador Schiaretti se mostró furioso porque la silbatina provino de la Cámpora, enviada por Kristina, y porque, en un "chispazo" repentino, "recordó" lo que todos sabemos: que el dinero con que se habían reinaugurado las espectaculares cloacas de la presidenta le pertenece a Córdoba y no a la Nación.


Raquel E. Consigli
Horacio Martínez Paz