15 ago 2008

PARA EL CANAL GOURMET

Sentada en primera fila y aplaudiendo a rabiar, Hebe Pastor de Bonafini sonríe desde su butaca en el salón blanco de la Rosada con una mezcla de cinismo y alegría. Esta asesora presidencial, madre de dos “jóvenes idealistas” supuestamente desaparecidos (aunque están empadronados y habilitados para votar en La Plata), que comparte viajes y agasajos nacionales e internacionales como si integrara el gabinete de CFK, que tiene un pasado tan oscuro y frondoso como su prontuario, se ha lanzado a una nueva aventura: la cocina.

Con su camaleónica capacidad de liderazgo se deshizo de a poco de los elementos molestos que impedían su estrellato en aquella pequeña reunión de madres de desaparecidos, que comenzó a hacer su protesta en la Plaza de Mayo a finales de los 70. Eso le permitió a la señora del pañuelo blanco acumular tanto poder como el odio que venía incubando hacia quienes derrotaron los planes del estado comunista soñado por los jefes terroristas a quienes ella apañaba. Utilizando esta aversión desmedida para provecho propio y mal ajeno, consiguió el rechazo de aquellos desprevenidos que alguna vez la apoyaron, creyendo ingenuamente en su prédica sobre los “derechos humanos”. Es así que la universidad de Canarias le retiró el subsidio que le había concedido y el escritor y periodista español Alfonso Ussía le dedicó los peores epítetos, solicitando al gobierno de su país que se la declare persona no grata y se le impida indefinidamente el ingreso a España.

Con el advenimiento de los Kirchner al sillón de Rivadavia, sin embargo, el poder de Bonafini ha llegado a extremos inusitados. Desde el 25 de mayo de 2003 esta privilegiada “amiga” presidencial entra, sale y se pasea por la Casa Rosada con la misma comodidad y desparpajo con que lo haría por la suya, algo que ni los miembros del gabinete más allegados al presidente de turno han conseguido hacer en los últimos 25 años de gobierno democrático. Este siniestro personaje, que lucra con el esfuerzo de los argentinos, es la invitada dilecta y permanente de la pareja presidencial, además de ser públicamente elogiada por ciertos extranjeros de sospechosas intenciones como Hugo Chávez.

Pero la polifacética Hebe muta interminablemente en su afán de protagonismo. Como no puede competir en look con la presidente, por cuestiones lógicas, ha ensayado toda clase de fórmulas para atraer la atención de los medios: declarar públicamente su apoyo a todas las organizaciones terroristas del mundo, alegrarse por el atentado a las torres gemelas y hasta insultar al carismático papa Juan Pablo II tildándolo de “cerdo” y deseando que ardiera en el infierno.

A sus actividades en la “universidad de las madres” de la que supuestamente es “rectora” (y donde su hijo putativo Sergio Schoklender es titular de la cátedra "Violencia"), la ajetreada agenda cotidiana de Bonafini nos sorprende ahora con su curso de cocina, denominado muy acertadamente “Cocina Política”. A esto hay que agregar sus otros emprendimientos en los que también interviene activamente y por los que también recibe cifras millonarias del erario público: la radio de las madres (para la que consiguió una frecuencia privilegiada) y la empresa constructora, criticada por el jefe de gobierno Mauricio Macri porque recibió el 80% del presupuesto solicitado para un barrio "social" pero del que no llegó a ejecutar ni siquiera el 4%.

Curiosamente, la noticia aparecida en los medios indica que la flamante chef, ex del pañuelo blanco (que regaló en un rapto de generosidad a Cristina Fernández), hizo su aparición para la primera clase ataviada con un elegante “piluso” negro y uñas pintadas de rojo, como para poner en claro que, aunque meta las mano en la masa, es mujer al fin de cuentas.

Es así que Bonafini pretende enseñar un estilo de cocina “antiimperialista”, esto es, una comida “socialista” en la que estén incluidos los elementos básicos de la cocina argentina: los cereales, la carne y la leche. La paradoja -o más bien la burla a los desprevenidos- surge aquí porque doña Hebe, que obviamente pretende emular a la inolvidable doña Petrona, le hace el caldo gordo a la “oligarquía terrateniente vacuna”, a la que ella misma repudió en el conflicto con el campo que enfrentó al gobierno con los ruralistas por más de tres meses.

Lo cómico del asunto es que, según consta en las noticias publicadas en distintos medios, el bar de la universidad Bonafini ofrece en una de las alternativas del menú el muy oriental “chop suey”, una especie de pot pourri, que en algunas versiones incluye brotes de soja. Esperemos que la soja, o los frijoles o porotos empleados en la confección de este plato, no provengan de los productores del “yuyito verde”, ya que en ese caso doña Hebe debería explicar a los compatriotas que la sufren desde hace 30 años cómo se puede elaborar una cocina “socialista” que no incluya ninguno de los elementos que ella tilda de “oligarcas”.

Tal vez la madre putativa de la pareja presidencial necesita con urgencia unas clases de cocina telúrica que le indiquen qué se puede entender como “cocina socialista”, que no incluya carne, leche, cereales y sus derivados y que no implique ninguna depredación al medio ambiente, ya que en ese caso debería ser inmediatamente perseguida por Romina Picolotti, la eficiente ministra que desde hace meses nos protege de los malvados que destruyen a sabiendas la fauna y flora nacionales, patrimonio indiscutible de todos los argentinos.

Raquel Eugenia Consigli
Horacio Martínez Paz